viernes, 18 de julio de 2014

Juan 5:31-47 – Jesús y su testimonio

Jesús continúa hablándoles a los religiosos judíos y explicándoles su testimonio y autoridad.


»Si yo testifico en mi favor (a través de mi), ese testimonio no es válido (verdadero). Otro es el que testifica en mi favor (a través de mi), y me consta que es válido (y sé que es verdadero) el testimonio que él da de mí.

Jesús deja claro que él no tiene que dar testimonio de sí mismo, sino que ya otro –Dios el Padre- ha dado testimonio de él y ese testimonio es verdadero. Con esto Jesús hace referencia a las cientos de profecías bíblicas de las cuales los judíos tenían su esperanza en un Mesías.

»Ustedes enviaron a preguntarle a Juan, y él dio un testimonio válido (de la verdad). Y no es que acepte yo (recibo, tomo) el testimonio de un hombre; más bien lo menciono (digo estas cosas) para que ustedes sean salvos (liberados, protegidos). Juan (Él) era una lámpara encendida y brillante, y ustedes decidieron (escogieron, prefirieron) disfrutar de su luz por algún tiempo.

Les recuerda también que ellos mismo le habían preguntado a Juan sobre Jesús, y que este había dado testimonio de él. Pero Jesús declara que él no se basa en el testimonio de seres humanos, sino que lo menciona con el único propósito de darles salvación y libertad en él mismo, y que estuvo bien que durante algún tiempo hubieran buscado la luz en él.

»El testimonio con que yo cuento (tengo) tiene más peso (es mayor) que el de Juan. Porque esa misma tarea (las obras) que el Padre me ha encomendado (dado para) que lleve a cabo (complete), y (las mismas obras) que estoy haciendo, es la que testifica (dan testimonio de mi) que el Padre me ha enviado. Y el Padre mismo que me envió ha testificado en mi favor (sobre mi). Ustedes nunca han oído su voz, ni visto su figura, ni vive (contiene vida) su palabra (gr. logos) en ustedes, porque no creen en aquel a quien él envió.

Pero Jesús ofrece más de lo que Juan podía ofrecer, y las mismas obras que Dios el Padre le ha encomendado a él y que él ha hecho, son las que dan testimonio de él y declaran que Dios el Padre ha sido quién le envió. Además les declara que no saben quién es Dios realmente, pues ni han querido escuchar su voz, ni quieren que las palabras de él habiten en ellos, sencillamente porque tampoco creen en Dios Padre.

Ustedes estudian con diligencia (o: Estudien, investiguen) las Escrituras porque piensan que en ellas hallan (contienen) la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor (sobre mi)! Sin embargo, ustedes no quieren (escogen, prefieren) venir a mí para tener (contener) esa vida.

Jesús les ordena estudiar, investigar los escritos que ya tienen porque ellos saben que allí está contenida la vida eterna, y porque esos mismos escritos dan testimonio de Cristo. Pero, a pesar de saber esto, ellos no quieren ir a Jesús para recibir esa vida.

»La gloria humana no la acepto (tomo), pero a ustedes los conozco, y sé que no aman realmente a Dios (Lit. no tienen (contener) el amor (gr. agape) de Dios en sí mismos).

Jesús no acepta la honra de humanos y conoce a los oyentes bien, y sabe que ellos en realidad no tienen el amor incondicional de Dios en ellos. Solo aman demandando, esperando condiciones, por lo cual no pueden ver la verdad.

Yo he venido en nombre (en la autoridad y carácter) de mi Padre, y ustedes no me aceptan (reciben, toman); pero si otro viniera por su propia cuenta (en su propio nombre), a ése sí lo aceptarían (reciben, toman). ¿Cómo va a ser posible (pueden, son capaces) que ustedes crean, si unos a otros se rinden (toman) gloria pero no buscan (con ansias) la gloria que viene del Dios único?

Por eso, aunque Jesús vino en la autoridad y el carácter de Dios, ellos no le aceptan. Pero si aceptarían a cualquier ser humano que viniera en nombre propio a levantarse como dios sobre ellos. Y así no pueden creer, porque solo se rinden gloria unos a otros y no buscan ansiosamente la gloria que solo viene de Dios.

Esto todavía se ve mucho en la iglesia con los religiosos. Ellos solo buscan figurar, ser los primeros y no realmente una relación con Dios. Por eso no pueden creer realmente, pues su vista está nublada por las bendiciones que quieren y pueden obtener.

»Pero no piensen que yo voy a acusarlos (cargarles alguna ofensa) delante del Padre. Quien los va a acusar es Moisés, en quien tienen puesta su esperanza (confianza). Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creen lo que él escribió (sus enseñanzas), ¿cómo van a creer mis palabras?

Ahora, Jesús les conoce bien, y antes de que alguno de ellos dijera que él solo decía esto para acusarles, él les deja claro que no tiene necesidad de ello, pues las mismas creencias que ellos tienen al endiosar al Moisés, esas mismas les van a acusar ante Dios, pues Moisés escribió claramente sobre Cristo, pero ellos no creen ni siquiera lo que él escribió.

La última pregunta es una pregunta de coaching que Jesús usa… ¿Cómo esperan poder creer en mí (en Jesús), si ni siquiera le creen a quienes escribieron de él? Muchas personas hoy en día se escudan en las malas acciones de algunos cristianos de nombre para alejarse de Dios y decir que no vale la pena estudiar la Biblia, que ellos pueden creer en Dios sin necesidad de la Biblia, que como la ciencia no ha podido probar muchas cosas, la Biblia es solo un libro de fábulas y cuentos bonitos. Allí aplica la misma pregunta: ¿Cómo esperan conocer y creer en Jesús, sin creer en lo que su Palabra dice?

sábado, 12 de julio de 2014

Juan 5:18-30 – Jesús hace lo que ve al Padre hacer


En este pasaje Jesús continúa explicando como él no actúa por su propia cuenta, sino que hace lo que le ha sido encomendado y lo que el Padre ya hizo con antelación.

Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para (buscaban) matarlo, pues no sólo quebrantaba (‘soltaba, desataba’) el sábado (día de descanso) sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.

Los religiosos judíos, en su esfuerzo por mantener la tradición por encima de la gracia, buscan matar a Jesús, no solo por el hecho de que no cumplía con las leyes de ellos sobre el día de descanso, sino porque además declaraba que Dios era su Padre. Los judíos tenían la creencia en ese entonces que fuera de Dios Padre no existía nadie más, por lo cual el decir que uno era hijo de Dios, era lo mismo que decir que uno mismo era Dios.

Entonces Jesús afirmó (respondió):
—Ciertamente les aseguro (De seguro, de seguro les digo) que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, (similarmente) la hace también el hijo.

Jesús declara que él solo hace aquello que el Padre ya ha hecho antes, y que él solo le imita en lo que ya hizo.

Pues el padre ama (gr. phileo) al hijo y le muestra todo lo que (el mismo) hace.

Precisamente por el amor que el padre tiene hacia su hijo, le muestra lo que hace, para que el hijo aprenda y sigua en los pasos del padre.

La referencia al padre que usa Jesús también daba en el clavo de las creencias judías, quienes declaraban constantemente ser hijos de Abraham, pero no hacían lo que Abraham había enseñado.

Sí, y aun cosas más grandes (a un nivel más grande) que éstas le mostrará, (obras para que ustedes se maravillen) que los dejarán a ustedes asombrados.

Los judíos vivían hablando de las grandes obras que Dios había hecho en el pasado y de los milagros de Jesús, pero no entendían que el Padre tenía obras todavía más grandes para mostrarles, a través del Hijo…

Porque así (exactamente igual) como el Padre resucita (levanta) a los muertos y les da vida (revitaliza), así también el Hijo da vida (revitaliza) a quienes a él le place.

…la resurrección de los muertos y el regalo de una vida nueva a quien Jesús quiera dársela.

Además (Ni), el Padre no juzga (hacer distinción, juzgar, condenar) a nadie, sino que (al contrario) todo juicio (toda decisión, tribunal, justicia) lo ha delegado en el (lo ha dado al) Hijo,  para que todos honren (valoren, reverencien) al Hijo (así) como lo honran a él (valoran, reverencian al Padre). El que se niega a honrar (valorar, reverenciar) al Hijo no honra (valora, reverencia) al Padre que lo envió (despachó).

Incluso el juicio final, que antes estaba en manos del Padre, ha sido delegado por él mismo al Hijo, quien al haber sido 100% humano y 100% Dios, podía entender mejor la naturaleza y las luchas humanas, de manera que podía juzgar con mayor equidad, para que de esa manera todos le den la honra al Hijo, así como se la dan al Padre.

»Ciertamente les aseguro (De seguro, de seguro les digo) que el que oye mi palabra (gr. logos – razonamiento; la expresión divina) y cree (tiene fe, confía) al que me envió, tiene vida eterna (perpetua) y no será juzgado (no entrará en tribunal, en juicio), sino que ha pasado (cambiado de lugar) de la muerte a la vida.

El que acepta los razonamientos de Jesús y además cree y confía en el Padre, tiene esa vida eterna y no estará en el tribunal para ser juzgado, sino que estará en un lugar diferente; de un lugar de muerte habrá pasado a un lugar de vida.

Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz (el tono) del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así (Exactamente) como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido (la ha dado vida) al Hijo el (para) tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad (gr. exousia – en el sentido de habilidad; privilegio, fuerza, capacidad, competencia, influencia delegada) para juzgar (hacer justicia), puesto que es el Hijo del hombre.

Jesús está aquí prediciendo lo que pasaría al momento de su muerte: él mismo resucitaría a los muertos que oigan su voz (lo que significa que él descendería a donde los muertos (al Seol) y les hablaría, dándoles también la opción de escuchar de él y tomar una decisión). Todo esto, porque Dios mismo le dio la vida al Hijo, para que este tuviera la autoridad delegada para hacer lo mismo que el Padre hace: dar vida.

»No se asombren (maravillen) de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros (gr. mnemeion: recuerdo) oirán su voz, y saldrán de allí (partirán). Los que han hecho el bien resucitarán (para pararse de nuevo, recobrarse, levantarse de los muertos) para tener vida, pero los que han practicado (hacer habitual o repetidas veces, ejecutado) el mal (podrido, maldad) resucitarán (a resurrección de tribunal, justicia) para ser juzgados.

Aquí Jesús está hablando de los tiempos futuros, el final de los tiempos. En ese momento todos resucitarán y serán separados en dos grupos: los que han hecho el bien para recibir vida, y los que han practicado el mal para ser juzgados en el tribunal de Dios. En algunas traducciones figura la palabra Hades para describir los sepulcros. En el original griego no se usa Hades sino Mnemenion, que sencillamente significa recordatorio y se usaba sencillamente para describir los sepulcros.  En la creencia judía las personas una vez muertas iban a un lugar llamado Seol. El cuerpo físico quedaba en el sepulcro y se convertía en polvo, mientras que el alma y el espíritu iban al Seol. El Seol, traducido después erradamente como Hades es un lugar al cual iban tanto justos como impíos. Era un lugar transitorio a la espera del juicio divino. Job lo considero de manera positiva (Job 14:13). Se consideraba que estaba ubicado debajo de la tierra y que Dios podía ir allá y sacar a los muertos (Prov. 15:11; Sal. 139:7-8). La palabra Hades es introducida por los griegos, quienes creían en un lugar parecido al purgatorio católico, en el cual los muertos eran separados en dos grupos: los buenos, quienes iban directo al paraíso, y los malos, quienes iban al lugar de sufrimiento y condena, pero no es este el infierno. Tanto griegos como judíos diferenciaban entre Seol o Hades e infierno. Cuando los griegos hablaban del infierno se referían a Gehema, el lago de fuego – Mr. 9:43-44; Apoc. 20:10, 13-14.

Yo no puedo (no soy capaz) hacer nada por mi propia cuenta; juzgo (decido) sólo según lo que oigo, y mi juicio (decisión) es justo (equitativa), pues no busco (ando detrás de) hacer mi propia voluntad (determinación, escogencia, inclinación) sino la voluntad (determinación, escogencia, inclinación) del que me envió.

Jesús finaliza redondeando el tema con el que empezó: que él no hace nada que su Padre no haya hecho antes, y que juzga según lo que oye. ¿De quién? Seguramente del Padre. Pero a diferencia del resto de seres humanos que juzgan según su propia conveniencia o sus deseos personales, Jesús juzga de manera equitativa, porque no busca hacer lo que le conviene o le parece, sino lo que ya el Padre ha determinado hacer.