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viernes, 18 de julio de 2014

Juan 5:31-47 – Jesús y su testimonio

Jesús continúa hablándoles a los religiosos judíos y explicándoles su testimonio y autoridad.


»Si yo testifico en mi favor (a través de mi), ese testimonio no es válido (verdadero). Otro es el que testifica en mi favor (a través de mi), y me consta que es válido (y sé que es verdadero) el testimonio que él da de mí.

Jesús deja claro que él no tiene que dar testimonio de sí mismo, sino que ya otro –Dios el Padre- ha dado testimonio de él y ese testimonio es verdadero. Con esto Jesús hace referencia a las cientos de profecías bíblicas de las cuales los judíos tenían su esperanza en un Mesías.

»Ustedes enviaron a preguntarle a Juan, y él dio un testimonio válido (de la verdad). Y no es que acepte yo (recibo, tomo) el testimonio de un hombre; más bien lo menciono (digo estas cosas) para que ustedes sean salvos (liberados, protegidos). Juan (Él) era una lámpara encendida y brillante, y ustedes decidieron (escogieron, prefirieron) disfrutar de su luz por algún tiempo.

Les recuerda también que ellos mismo le habían preguntado a Juan sobre Jesús, y que este había dado testimonio de él. Pero Jesús declara que él no se basa en el testimonio de seres humanos, sino que lo menciona con el único propósito de darles salvación y libertad en él mismo, y que estuvo bien que durante algún tiempo hubieran buscado la luz en él.

»El testimonio con que yo cuento (tengo) tiene más peso (es mayor) que el de Juan. Porque esa misma tarea (las obras) que el Padre me ha encomendado (dado para) que lleve a cabo (complete), y (las mismas obras) que estoy haciendo, es la que testifica (dan testimonio de mi) que el Padre me ha enviado. Y el Padre mismo que me envió ha testificado en mi favor (sobre mi). Ustedes nunca han oído su voz, ni visto su figura, ni vive (contiene vida) su palabra (gr. logos) en ustedes, porque no creen en aquel a quien él envió.

Pero Jesús ofrece más de lo que Juan podía ofrecer, y las mismas obras que Dios el Padre le ha encomendado a él y que él ha hecho, son las que dan testimonio de él y declaran que Dios el Padre ha sido quién le envió. Además les declara que no saben quién es Dios realmente, pues ni han querido escuchar su voz, ni quieren que las palabras de él habiten en ellos, sencillamente porque tampoco creen en Dios Padre.

Ustedes estudian con diligencia (o: Estudien, investiguen) las Escrituras porque piensan que en ellas hallan (contienen) la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor (sobre mi)! Sin embargo, ustedes no quieren (escogen, prefieren) venir a mí para tener (contener) esa vida.

Jesús les ordena estudiar, investigar los escritos que ya tienen porque ellos saben que allí está contenida la vida eterna, y porque esos mismos escritos dan testimonio de Cristo. Pero, a pesar de saber esto, ellos no quieren ir a Jesús para recibir esa vida.

»La gloria humana no la acepto (tomo), pero a ustedes los conozco, y sé que no aman realmente a Dios (Lit. no tienen (contener) el amor (gr. agape) de Dios en sí mismos).

Jesús no acepta la honra de humanos y conoce a los oyentes bien, y sabe que ellos en realidad no tienen el amor incondicional de Dios en ellos. Solo aman demandando, esperando condiciones, por lo cual no pueden ver la verdad.

Yo he venido en nombre (en la autoridad y carácter) de mi Padre, y ustedes no me aceptan (reciben, toman); pero si otro viniera por su propia cuenta (en su propio nombre), a ése sí lo aceptarían (reciben, toman). ¿Cómo va a ser posible (pueden, son capaces) que ustedes crean, si unos a otros se rinden (toman) gloria pero no buscan (con ansias) la gloria que viene del Dios único?

Por eso, aunque Jesús vino en la autoridad y el carácter de Dios, ellos no le aceptan. Pero si aceptarían a cualquier ser humano que viniera en nombre propio a levantarse como dios sobre ellos. Y así no pueden creer, porque solo se rinden gloria unos a otros y no buscan ansiosamente la gloria que solo viene de Dios.

Esto todavía se ve mucho en la iglesia con los religiosos. Ellos solo buscan figurar, ser los primeros y no realmente una relación con Dios. Por eso no pueden creer realmente, pues su vista está nublada por las bendiciones que quieren y pueden obtener.

»Pero no piensen que yo voy a acusarlos (cargarles alguna ofensa) delante del Padre. Quien los va a acusar es Moisés, en quien tienen puesta su esperanza (confianza). Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creen lo que él escribió (sus enseñanzas), ¿cómo van a creer mis palabras?

Ahora, Jesús les conoce bien, y antes de que alguno de ellos dijera que él solo decía esto para acusarles, él les deja claro que no tiene necesidad de ello, pues las mismas creencias que ellos tienen al endiosar al Moisés, esas mismas les van a acusar ante Dios, pues Moisés escribió claramente sobre Cristo, pero ellos no creen ni siquiera lo que él escribió.

La última pregunta es una pregunta de coaching que Jesús usa… ¿Cómo esperan poder creer en mí (en Jesús), si ni siquiera le creen a quienes escribieron de él? Muchas personas hoy en día se escudan en las malas acciones de algunos cristianos de nombre para alejarse de Dios y decir que no vale la pena estudiar la Biblia, que ellos pueden creer en Dios sin necesidad de la Biblia, que como la ciencia no ha podido probar muchas cosas, la Biblia es solo un libro de fábulas y cuentos bonitos. Allí aplica la misma pregunta: ¿Cómo esperan conocer y creer en Jesús, sin creer en lo que su Palabra dice?

miércoles, 7 de mayo de 2014

Juan 3:1-21 – Jesús, Nicodemo y el amor del Padre

Estando Jesús en Jerusalén, recibe una visita muy importante, la de uno de los dirigentes judíos, el fariseo Nicodemo.

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Éste fue (vino) de noche a visitar a (donde) Jesús, (y le dijo:…).

¿Por qué un personaje tan importante va de noche a ver a Jesús? Después de la echada de los negociantes del templo, probablemente la popularidad de Jesús entre los religiosos fariseos no era la mejor y estos no hubieran visto con buenos ojos que alguien de la categoría de Nicodemo fuera a ver a Jesús sencillamente para hablar. Como veremos adelante por las preguntas de Nicodemo, podemos deducir que Nicodemo debió haber quedado muy intrigado con el suceso del templo, por lo cual decide visitar a Jesús, no para volver al tema del templo, sino para conocer más profundamente a este Jesús, que venía haciendo milagros y actuando de una manera muy distinta a lo que otros religiosos hacían. Lo que Nicodemo le dice, muestra que este tenía bien claro que Jesús no era un personaje regular. Es muy posible que Juan (y de pronto también el resto de los discípulos) hayan estado presentes en esta conversación.

—Rabí (Mi maestro – título de honor) —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría (sería capaz de) hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él (en medio de él; unido a él).

Nicodemo comienza usando un título honorifico para hablarle a Jesús, reconociendo así la autoridad de Jesús, y remarca su comentario demostrando que debido a los milagros que Jesús hace, él debe tener el aval de Dios y por lo tanto viene con una misión de parte de él. Interesante es también que el término usado para estar con Dios no es el mismo término que conocemos de antes de acompañar a alguien, sino que se usa un término que significa que el acompañante esta en medio, unido a la persona que acompaña. Con ello Nicodemo expresa que la relación de Jesús con Dios es la de una unidad y no solo la de un acompañante. Tener ese tipo de relación, de unión con Dios, es lo que realmente nos habilita para hacer la diferencia.

(Le respondió Jesús y le dijo:…) —De veras (Lit. Amen, amen te digo…) te aseguro que (a menos que; si no) quien (alguien) no nazca (es procreado; regenerado) de nuevo (de lo alto) no puede (ser capaz de) ver (conocer) el reino (reinado) de Dios —dijo Jesús.

Es interesante que la respuesta de Jesús no parezca tener ninguna relación con la afirmación de Nicodemo. Jesús conocía el corazón de Nicodemo y la esperanza de todos los judíos de un mesías, un nuevo reino y la libertad del pecado, y va con su respuesta directo al grano de lo que Nicodemo realmente necesitaba escuchar: que solamente al ser hechos, ser creados completamente nuevos podrían tener aquello que anhelaban.

(Y le respondió Nicodemo:…) —¿Cómo puede (¿De qué manera es capaz un ser humano…?) uno nacer (ser procreado; regenerado) [de nuevo - esta parte no está en el original] siendo ya viejo? —preguntó Nicodemo—. ¿Acaso puede (es posible) entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer (Lit. …y ser procreado; regenerado)?

La respuesta de Jesús deja a Nicodemo completamente intrigado y confundido, ya que el parte de su pensamiento racional para tratar de entender lo que Jesús dice, cuando este está hablando de un nacimiento espiritual y no natural. Es interesante que Nicodemo, a pesar de ser un fariseo y conocer las Escrituras, no logra entender que Jesús está hablando desde la perspectiva espiritual y no la natural.

(Respondió Jesús:…) —Yo te aseguro (amen, amen te digo…) que quien no nazca de agua (a menos que una persona sea procreada (regenerada) del (denota origen) agua…) y del Espíritu (Gr. pneuma: corriente de aire), no puede (tener la habilidad o posibilidad de) entrar en el reino (realeza, reinado) de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace (es procreado) del cuerpo (de la carne) es cuerpo (carne); lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen (Es necesario) que nacer (ser procreado) de nuevo (de arriba).” El viento (Gr. pneuma: la misma palabra usada para el Espíritu Santo) sopla por donde quiere, y lo oyes silbar (y oyes su sonido, su tono), aunque ignoras (pero no ves) de dónde viene (cuál es su origen) y a dónde va (a qué lugar se dirige). Lo mismo pasa (Así es…) con todo el que nace (es procreado) del Espíritu.

La respuesta de Jesús sigue dentro del ámbito espiritual, cuando explica que para ser nacido de nuevo espiritualmente, hay que ser nacido del agua y del Espíritu, y que ello es el requisito para entrar al reino de Dios o ver la realeza de Dios. Jesús está hablando acá de lo que hoy en día se conoce en algunas iglesias como los dos bautismos: el bautismo en agua, que ya lo explicamos antes, y el bautismo en el Espíritu Santo. Jesús pasa por un momento a lo natural al decir que lo que nace de la carne es carne, una analogía que Pablo explica más afondo después en su carta a los Romanos en los capítulos 5 al 8, en donde habla de la lucha de nuestra carne (nuestros deseos naturales) contra la ley del Espíritu. Jesús sigue explicando acá, que lo que nace del Espíritu es diferente, y lo conecta con lo que había dicho al principio de la necesidad de ser procreados de nuevo, por Dios. Después compara al Espíritu con el viento usando el significado original de Espíritu, al hablar de que el que nace del Espíritu es como el viento, del cual no se ve dónde se origina, ni hacia dónde se dirige, dejando claro, que al nacer de nuevo dejamos de pertenecernos a nosotros mismos y nuestros planes, y empezamos a pertenecerle a Dios y a dejarnos guiar por sus planes.

Nicodemo replicó (y le dijo):

—¿Cómo es posible que esto suceda (sea)?

(Respondió Jesús y le dijo:…) —Tú eres (el, un) maestro de Israel, ¿y no entiendes (conoces) estas cosas? —respondió Jesús—.

Acá vemos de nuevo que a pesar de que Nicodemo conoce las escrituras y es un maestro en su pueblo, desconoce o no entiende de lo que Jesús está hablando. Jesús le sigue entonces aclarando más…

Te digo con seguridad y verdad (Amen, amen te digo…) que hablamos de lo que sabemos (vemos) y damos testimonio (Gr. martureo – ser testigos) (y testificamos sobre la evidencia dada) de lo que hemos visto (experimentado) [personalmente – esta palabra no se encuentra en el original], pero ustedes no aceptan (no lo reciben, toman) nuestro testimonio. Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen (no tienen fe), ¿entonces cómo van a creer si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre (ser humano).

Jesús pasa a decirle a Nicodemo que ellos (Posiblemente Jesús y sus discípulos) les han estado hablando de aquello de lo cual ya tienen evidencia y de lo cual son testigos, pero que Nicodemo y los demás fariseos y religiosos no aceptan lo que les han estado diciendo. Jesús está aterrado de que los religiosos no entiendan ni acepten las cosas simples y terrenales que él les está diciendo, y que aun así no quieran creer. Según el, ni siquiera serían capaces de creer en las celestiales, si él se las contara, pues solo una persona ascendió y descendió del cielo, el Hijo del hombre. Recordemos acá el comienzo de Juan: el Hijo del hombre es Dios hecho humano. Jesús habla también acá de manera profética, al mencionar su ascensión, la cual ocurre después de su muerte y resurrección.

»(Y así…) Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también (en esa forma) tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna perpetua. [Algunas versiones agregan: “…no se pierda…”, pero esto no hace parte de los manuscritos originales].

Jesús (o Juan – algunos eruditos consideran que esta parte ya no hace parte de la conversación de Jesús, sino de lo que Juan aprendió de Jesús sobre esa conversación; la explicación de la misma) continúa profetizando sobre lo que sucederá: así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, para que los que habían sido picados por las serpientes se salvaran, así el mismo tenía que ser levantado y crucificado para que pudiéramos tener acceso a la vida eterna.

»Porque tanto (Por esta razón y manera…) amó (Gr. agapao: al amor incondicional) Dios al mundo (Gr. kosmos), que dio (entregar) a su Hijo unigénito (único nacido), para que todo el que cree en él no se pierda (no sea destruido completamente), sino que tenga (posea) vida eterna (perpetua). Dios no envió (puso aparte) a su Hijo al mundo (Gr. kosmos) para condenar (juzgar, castigar, diferenciar, decidir) al mundo (Gr. kosmos), sino para salvarlo (para liberar, proteger al cosmos) por medio (a través) de él.

Originalmente estábamos condenados, pero por el hecho de que Dios nos amó con un amor incondicional, por esa razón, entrego al único hijo que tenía, para que no fuéramos destruidos completamente, sino que pudiéramos tener esa vida eterna de la que hablo antes. También aclara que la misión de Jesús en la tierra no fue para venir a condenar o castigar o juzgar, o discriminar, sino claramente para salvar, liberar y proteger a su creación por medio de Jesús mismo. De la misma manera Jesús nos llama a no juzgar o condenar, sino a presentarlo a él para salvación y liberación.

El que cree en él no es condenado (castigado, juzgado), pero el que no cree ya (incluso ahora) está condenado (juzgado, castigado) por no haber creído en el nombre (denota carácter y autoridad) del Hijo unigénito de Dios.

Ahora, quienes creen en Jesús, en su naturaleza y carácter, en su autoridad como el Hijo de Dios, no son condenados, pero quienes no lo hacen, se han condenado a sí mismos al negar con ello la existencia del único Hijo de Dios.

Ésta es la causa de la condenación (la decisión del tribunal): que la luz (brillar, hacer manifiesto) vino al mundo (cosmos), pero la humanidad prefirió (amo incondicionalmente mas) las tinieblas a (que) la luz, porque sus hechos eran perversos (por causa de sus malas, hirientes obras).

Esa condenación funciona de la siguiente manera: la luz (Cristo) vino a su creación, pero esa creación amaba más las tinieblas que la luz, por su perversidad, ya que la luz manifiesta lo oculto y perverso. El ser humano no quiso asumir la responsabilidad y reconocer su maldad, sino que prefirió mantenerlo en secreto, y por eso rechaza la luz.

Pues todo el que hace (practica una y otra vez, ejecuta) lo malo (torcido, podrido) aborrece (odia, detesta) la luz, y no se acerca a ella temor a (Lit. ni viene a la luz para) que sus obras queden al descubierto (sean reprobadas, reciban un llamado de atención). En cambio, el que practica (hace) la verdad se acerca (viene) a la luz, para que se vea claramente que ha hecho (para que sean aparentes) sus obras en obediencia a Dios (porque en Dios han estado involucradas).

Toda persona que practica la maldad, lo torcido obviamente detesta que esto salga a la luz, ya que ello implica mostrarse tal y como uno es; y por ese mismo temor no se acercan a la luz, a Cristo, para que esa maldad sea confrontada. Esa confrontación en realidad es necesaria para que cambiemos. Mientras seguimos de manera testaruda haciendo lo que es malo y pensando que mientras no sea visto todo estará bien, nos engañamos y no estamos asumiendo la responsabilidad. Así tampoco podemos cambiar. Pero, las personas que practican lo que es verdadero y correcto, buscan esa luz, para que así se vea claramente que están obedeciendo a Dios y su ejemplo sirva de testimonio que están metidos con Dios. Al acercarse a la luz, a Cristo, ven sus fallas y corrigen el curso, permitiendo que la luz de Cristo se haga más y más evidente en sus vidas. Y eso es lo que deberíamos buscar.

martes, 22 de abril de 2014

Juan 2:13-25 – Jesús se opone radicalmente a que la casa de Dios sea un mercado

Después de la boda en Cana, Jesús, su familia y sus discípulos continúan su viaje en dirección a Capernaúm y Jerusalén.

Cuando se aproximaba (Y estaba cerca) la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén. Y en el templo (un lugar sagrado; todo el precinto) halló a los que vendían (negociar con) bueyes, ovejas y palomas, e instalados en sus mesas a los que cambiaban dinero (y a los que negocian con monedas sentados).

Según vemos acá, el plan de Jesús y su familia probablemente era asistir al peregrinaje anual que las familias hacían para ir a Jerusalén, con el fin de ir al templo a celebrar la fiesta de la Pascua. La festividad de la Pascua (Hebreo: pasar, saltar de un lado a otro) fue instituida por Dios en el Antiguo Testamento. Era una de las principales celebraciones judías, que recordaba la noche en que el ángel de Dios pasa por las casas de Egipto e inicia la liberación de Israel de la esclavitud. Todavía se celebra casi de la misma manera en que se hacía hace siglos: con un banquete en la cual se come pan sin levadura y se sacrifica un cordero como símbolo de la expiación de nuestros pecados. (Éxodo 12; Deuteronomio 16:1:1-8). Con la pascua comienza el año judío. Jesús instituye después en su última Pascua, durante la misma noche en que se recuerda la salida de Egipto, la Santa Cena o Última Cena, con la cual traslada el simbolismo de la Pascua judía a su propia persona y declara que él es el Cordero que se sacrifica por los pecados de la humanidad. Esta misma cena se convierte tanto en la culminación del Antiguo Pacto, como en el comienzo de un Nuevo Pacto, por lo cual Jesús le ordena a los discípulos continuar con la tradición para recordarle que regrese y pre-celebrar las bodas del Cordero.

Al llegar Jesús a Jerusalén, vemos que se dirige primeramente al templo y cuando llega observa que todo el recinto del templo estaba lleno de negociantes que vendían los animales establecidos para el sacrificio y también aquellos que negociaban cambiando las cosas que traían los peregrinos por monedas con las cuales pudieran comprar los sacrificios. La ley judía establecía que dependiendo del tipo de pecado por el cual se quería hacer expiación, así como de los recursos financieros de cada uno, se debía sacrificar un animal diferente. Pero estos animales tenían que ser perfectos y contar con ciertas condiciones especiales. Originalmente cada familia traía sus propios animales para el sacrificio y el sacerdote oficiaba el mismo. Pero los religiosos de la época de Jesús vieron en esta práctica la oportunidad de hacer dinero, por lo cual le prohibieron a la gente traer sus propios animales y les obligaron a comprarlos en el templo. Quienes no tenían animales y necesitaban uno, debían cambiar alguna otra posesión por monedas, para con ellas comprar los animales deseados. Como vemos, esta práctica indigno muchísimo a Jesús.

Entonces, haciendo un látigo de cuerdas (cuerdas cortas/pequeñas), echó (expulsar) a todos del templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero (negociantes de monedas) y derribó sus mesas. A los que vendían (negociaban con)  las palomas les dijo:

—¡Saquen esto (estas cosas) de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa (hogar, habitación) de mi Padre en un mercado (gr. emporion – mercadería, emporio)? (No conviertan la casa de mi Padre en una habitación de mercadería).

Sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo (la pasión) por tu casa (habitación, hogar) me consumirá.» (Salmo 69:9).

Tristemente la práctica de hacer negocio con la fe siguió usándose no solo en la tradición judía de aquella época, sino especialmente en la iglesia cristiana a lo largo de los años e incluso hoy en día: la iglesia católica la tuvo durante la edad media para financiarse a través de las indulgencias y la venta de reliquias, la iglesia protestante las retomo después a través de la institución de un sistema de ofrendas que no tiene sustento bíblico, y hoy en día sigue haciéndose negocio con ello, no solo con la venta de objetos de culto, sino a través de la teología de la prosperidad, a través de la cual incluso se condiciona la sanidad, la prosperidad y otras bendiciones al hecho que uno haya dado su ofrenda a la iglesia; en términos de ellos “a Dios”. Personalmente creo que Jesús esta hoy igual de indignado con la actitud de los religiosos que practican esto, al igual que lo estaba en su época al ver lo que pasaba en el templo.

Tal es la indignación de Jesús, que se hace un látigo con el cual echa fuera a todos los negociantes que están en el templo, reclamándoles que han hecho de la casa de su Padre un centro de negocios. Jesús busca enfocar de nuevo a la gente en el objetivo del templo: el hecho de que Dios habita allí, y que la razón principal del mismo, es que la gente pueda ir a encontrarse con Dios, no a lidiar con negociantes y cumplir unos ritos que esclavizaban a la gente y hacían ricos a quienes se aprovechaban de ellos.

Otra razón por la cual Jesús vuelve el foco de la gente hacia Dios Padre, es el recordarles de donde ha venido la existencia del templo y lo que realmente debía representar. Cuando vamos atrás en la historia, vemos que inicialmente, en la creación, el ser humano y Dios se paseaban juntos, conversando cara a cara. Después, con el pecado del ser humano, esa relación directa se rompe, al romperse la confianza entre los dos. Dios podía haber desechado a su creación y dejar al hombre solo, pero no lo hace; Dios decide seguir amándolo y busca restaurar esa relación con él. A lo largo del Antiguo Testamento vemos entonces ejemplos de personas que tienen esos encuentros y conversaciones personales con Dios: Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés. Todos ellos tuvieron encuentros personales con Dios y conversaciones que les guiaron en la vida, y ninguno de ellos jamás asistió a la iglesia o a un templo. Con Moisés, la historia empieza a tomar otro rumbo. Mientras que hasta acá los encuentros habían sido principalmente a unas pocas personas, a partir de Moisés Dios se comienza a mostrar a su pueblo entero a través de milagros y señales sobrenaturales. Esto lo hace inicialmente para demostrarles que les puede sacar de Egipto y guiarles a la tierra prometida que todos sus antepasados habían anhelado. Pero Dios desea ir más allá: cuando llegan a un lugar del desierto en el cual se encuentra el monte Sinaí, Dios le anuncia a Moisés que se quiere revelar directamente a su pueblo y hablarles directamente a cada uno de ellos. Tristemente la reacción del pueblo es de miedo y en vez de aprovechar la oportunidad de una relación directa con Dios, deciden que sea Moisés el único que hable por ellos (muy parecido a lo que tenemos hoy con los pastores y líderes de las iglesias). Los resultados los vemos unos capítulos después: idolatría, desobediencia, etc. Sin embargo, Dios no se da por vencido y le da a Moisés el diseño del precursor del templo: el tabernáculo. Dios le muestra con ello al pueblo que quiere habitar en medio de ellos y con ellos. El tabernáculo no era un lugar de reunión como tal, sino un lugar para sacrificios, en los cuales se iba anunciando el sacrificio futuro de Jesús. El pueblo sabía que Dios estaba allí, cuando veían el fuego o la nube sobre la carpa del mismo.

Tiempo después, cuando el pueblo de Israel ya es una nación establecida, basada en una teocracia que funcionaba relativamente bien; el pueblo, después de ver que las otras naciones alrededor tenían sus reyes y príncipes, decide que tener a Dios como jefe de la nación no es suficiente y le pide al profeta Samuel que establezca un rey. Samuel, quien tenía una relación directa con Dios, entiende que esto es un error y trata de convencer al pueblo de que están cometiendo un grave error. Dios, a pesar de todo, permite al pueblo tener lo que desean, no sin antes advertirles de las consecuencias. Hasta acá, vemos que la gente había rechazado a Dios en varias formas: lo saco primero de su intimidad y relación personal, después lo saco de su fe y por ultimo termina sacándolo de su cotidianidad. Afortunadamente Dios se encarga de establecer un rey con el cual tiene una fuerte relación: David. David entiende bien lo que Dios realmente quiere y busca restablecer el tabernáculo que había sido prácticamente olvidado; busca restablecer la relación de Dios con su pueblo. El recupera el tabernáculo y lo deja en un lugar al que todo el mundo puede acceder. Interesantemente esta viene a ser la única época en que todo el mundo puede acceder al tabernáculo mismo a buscar a Dios y tener una relación con él. Por eso es retomado en el Nuevo Testamento como ejemplo del acceso directo que tenemos con Dios. David desea que la presencia de Dios sea más consiente en su pueblo y decide construir un templo para Dios, pero reconoce claramente en uno de sus Salmos que Dios no habita en templos ni lugares construidos por personas. Su interés principal es que las personas entiendan que Dios siempre estaba cerca de ellos, al alcance de su corazón. El pueblo sin embargo olvido eso, y acá tenemos a Jesús recordándoselos una vez más. La pasión que Jesús tenía y que el salmista menciona, no era la pasión por una edificación en sí, era la pasión por la presencia de Dios allí. Jesús anhelaba que la gente entendiera que la prioridad en nuestras vidas no la tenían los sacrificios y actos expiatorios, sino la presencia de Dios en nuestras vidas.

Entonces los judíos reaccionaron, (y le dijeron) preguntándole:

—¿Qué señal (ceremonial o sobrenatural) puedes mostrarnos para actuar de esta manera (para hacer lo que haces)?

—Destruyan (liberen) este templo (habitación, santuario, la parte central del templo) —respondió Jesús (y les dijo)—, y lo levantaré (despertar, levantar de un estado de sueño, muerte, oscuridad, etc.) de nuevo en tres días.

(Dijeron entonces los judíos:…) —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo (habitación), ¿y tú vas a levantarlo (despertar) en tres días?

Pero el templo (habitación) al que se refería era su propio cuerpo. Así, pues, cuando se levantó (fue levantado (despertado)) de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y creyeron (tuvieron fe, confiaron) en la Escritura y en las palabras (la palabra – logos) de Jesús.

Los religiosos judíos obviamente reaccionan inmediatamente ante lo sucedido cuestionando la autoridad de Jesús y reclamándole que demuestre que tiene autoridad para hacer lo que hizo. La respuesta de Jesús es simple: él pasa de la edificación templo a declararse él mismo el templo, y profetiza su muerte y resurrección frente a ellos. Los judíos, que solo se enfocaban en lo importante que era su templo, no entienden la parábola que Jesús usa para describir quien es él y lo que va a hacer y siguen insistiendo en la edificación. Incluso los discípulos solo caen en cuenta de ello, después de que Jesús ha resucitado de los muertos, cumpliendo su propia profecía.

En el Nuevo Testamento vemos que la comprensión de los discípulos al respecto también cambia después, cuando mencionan que el templo de Dios somos cada uno de nosotros y que Cristo habita en nosotros, lo cual siempre ha sido el objetivo de Dios: que seamos uno con él y él con nosotros – la relación perfecta de intimidad; el regreso a la creación original.

Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta (festival) de la Pascua, muchos creyeron (tuvieron fe, confiaron) en su nombre (denota: autoridad, carácter) al ver (ser espectadores, discernir) las señales (milagros, indicación ceremonial o sobrenatural) que hacía. En cambio Jesús (Jesús mismo) no les creía (no tenía fe, no confiaba en ellos) porque los conocía a todos; (y porque) no necesitaba (requería, demandaba) que nadie le informara nada (le diera testimonio, fuera testigo) acerca de los demás (otro ser humano), pues él conocía el interior del ser humano (pues él sabía lo que había en el ser humano).

Jesús continúa en Jerusalén durante todas las festividades y vemos que realiza varios milagros, que llevan a varias personas a creer y confiar en él. Jesús mismo, sin embargo, no era confiado ni se dejaba llevar por la gente ni el ‘que dirán’, ya que siendo Dios, conocía perfectamente las intenciones que cada persona tenía. Esto muestra también a un Jesús que sabía muy bien quien era y que no necesitaba que otros le hicieran lobby para hacer lo que vino a hacer: traer libertad y salvación.

martes, 25 de marzo de 2014

Juan 1:35-51 – Los primeros discípulos de Jesús

Después de dejar claro el origen de Jesús, de dar testimonio de su divinidad y de relatar parte del momento del bautismo de Jesús, Juan pasa a narrar los comienzos del ministerio de Jesús. Lo que sucede a continuación, sucede al día siguiente del momento del bautismo de Jesús. Juan se encontraba bautizando, cuando ve a Jesús rondando también por allí.

Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos (aprendices, pupilos). Al ver a Jesús que pasaba por ahí (Lit. Y mirando a Jesús mientras pasaba…), dijo:

Pero, a diferencia del día anterior, esta vez Juan está acompañado de dos de sus pupilos. De los relatos de los otros evangelios y de los versículos que siguen podemos deducir que uno de los discípulos probablemente era Juan (el discípulo) y el otro era Andrés, el hermano de Pedro. Al estar ellos ahí, Juan repite lo que Dios le había revelado sobre Jesús el día anterior:

—¡Aquí tienen al Cordero de Dios!

Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron (Lit. estar en el mismo camino con) a Jesús. Jesús se volvió y, al ver (observando a quienes) que lo seguían, les preguntó:

—¿Qué buscan?

Al escuchar la declaración de Juan, los dos discípulos inmediatamente comienzan a seguir a Jesús. La palabra usada acá para ‘seguir’ básicamente significa ‘alinearse en el mismo camino con’ otra persona. Los discípulos no solo siguen a Jesús por seguirle, o por curiosidad; ellos conocían las profecías sobre el Mesías y le esperaban tanto como muchos de los judíos. Cuando Juan hace la declaración profética de quien es Jesús, ellos deciden que es el tiempo de ser los discípulos de Jesús y dejar de seguir a Juan el Bautista. Lo vemos también en la respuesta que dan cuando Jesús les confronta con sus intenciones al seguirle: ¿Qué buscan? ¿Qué esperan encontrar? Jesús los pone a pensar, como un buen coach, en sus intenciones y en su motivación para seguirle. De todos los discípulos que Jesús tiene después, estos son los únicos que le siguen sin haber sido llamados primero por Jesús. Sin embargo, y aunque no los rechaza, él primero les hace pensar sobre su motivación e intenciones al seguirle. ¿Cuál es tu intención y tu motivación al seguir a Jesús? ¿Qué esperar encontrar al seguirle?

(Ellos le respondieron:)—Rabí (título honorifico), ¿dónde te hospedas (te estas quedando)? (Rabí significa: Maestro (Instructor).)

—Vengan a ver (Vengan, acompáñenme y vean) —les contestó Jesús.

Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba (quedaba), y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde (Lit. la décima hora – Contando las horas desde las seis de la mañana, que era el inicio del día según la hora judía, nos dan las cuatro de la tarde).

Ellos responden usando un título honorifico aplicado para describir a los instructores religiosos de su época, y básicamente le preguntan, dónde se está quedando. En la época, hacer este tipo de pregunta usando el título de maestro, básicamente significaba que dejaban todo atrás para seguirle de ahora en adelante a él a donde fuera. Jesús sencillamente les invita a seguirle y ver en donde se hospedaba. Ya que Jesús estaba lejos de su casa en Nazaret, lo más seguro es que se estaba quedando donde algún familiar o amigo de la familia. Juan no menciona en donde se quedaron exactamente. Cuando los discípulos ven donde se está hospedando, y siendo ya demasiado tarde para regresarse, deciden quedarse allí. Ellos probablemente no se auto-invitaron. La tradición judía obligaba a ofrecer alojamiento a los visitantes que se encontraran en una casa, si ya estaba anocheciendo y estos tenían un largo camino de regreso. Si esta era la época del invierno, a las cuatro de la tarde ya comenzaba a oscurecer, por lo cual sería muy peligroso continuar el viaje.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés (El) encontró primero a su hermano Simón, y le dijo:

—Hemos encontrado al Mesías [ungido] (es decir (que traducido es), el Cristo [ungido]).

Luego lo llevó (guió) a Jesús, quien mirándolo fijamente (Y cuando Jesús le vio), le dijo:

—Tú eres Simón (escuchado), hijo de Juan (Lit. Jonás – favorecido de Jehová). Serás llamado Cefas (la roca) (es decir [que traducido es…], Pedro ((pedazo de) roca)).

Juan salta en el tiempo y describe otros momentos más adelante. Aquí es donde nos deja claro que uno de los dos discípulos del relato anterior era Andrés. Deducimos que el otro era Juan, ya que no menciona su nombre y ya que en la tradición de varios autores podemos ver que cuando hablan de sí mismos, no lo mencionan directamente, como por ejemplo en Hechos, cuando Lucas no se menciona como parte del grupo, pero por la forma gramatical que usa podemos saber que estuvo presente en lo que relata.

Después de haber pasado esa noche con Jesús, algo ha cambiado en Andrés, y este busca a su hermano Simón y le declara directamente que han encontrado al Mesías esperado. No sabemos que conversaciones tuvieron esa noche con Jesús, pero vemos claramente que el resultado de las mismas fue una claridad total sobre quién era Jesús. Andrés lleva a Simón a donde esta Jesús, y este, después de observarlo bien, hace una declaración profética sobre la vida de Simón: Jesús utiliza un juego de palabras y significados con los nombres, diciéndole: ‘Tu eres Simón, eres el que ha sido escuchado, el hijo de Jonás, a quien Jehová ha favorecido.’ Jesús comienza declarando la identidad actual de Simón, pero continúa con algo más allá: ¡Jesús no solo quiere confirmar la identidad de Simón, él quiere darle un propósito, un futuro! Él va más allá y le cambia el nombre, declarando que de ahora en adelante su identidad y su propósito serían ser una roca. Para Pedro debió haber sido raro el cambio, pero no vemos que lo rechace. Se tomará un tiempo para que entendamos por qué Jesús le cambia el nombre y qué es lo que significa que sea una roca. Hacia el final de su ministerio, casi tres años después de este suceso, es que Jesús usa de nuevo una declaración similar con Pedro, después de que este declare, que Jesús es el Cristo (el ungido) y el Hijo de Dios: Jesús declara entonces que sobre esa afirmación de Pedro, él, Jesús, construiría su iglesia (su eclesia). Durante todo este tiempo Pedro debió haber estado preguntándose por qué Jesús le había puesto ese nuevo nombre, pero también estaría a la expectativa de que su propósito, ahora expresado en ese nuevo nombre, se cumpliera pronto.


Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. (Se) encontró con (a) Felipe, y lo llamó (le dijo):

—Sígueme (Acompáñame; estar en el mismo camino con).

Al día siguiente Jesús comienza a reclutar a otros discípulos más. Al primero que encuentra es a Felipe y sencillamente le ordena seguirle. En este relato no vemos cual es la reacción inicial de Felipe, pero vemos que si le sigue, por lo visto sin ninguna discusión.

Felipe era del pueblo de Betsaida (Casa de Pesca), lo mismo que Andrés y Pedro. Felipe buscó (encontró) a Natanael y le dijo:

—Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas. (Lit. Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas; a Jesús de Nazaret, el hijo de José.)

—¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? (Y Natanael le respondió: ¿Puede algo bueno existir/ser generado de Nazaret?)

—Ven a ver —le contestó Felipe. (Felipe le contestó: Ven y mira).

El autor nos presenta a Felipe y lo coloca viviendo en el mismo pueblo del que eran Andrés y Pedro, y cuyo nombre expresa el oficio al que todos ellos se dedicaban: la pesca. Felipe va y busca a Natanael y le dice que encontraron a la persona de la cual había escrito Moisés en la ley (el Pentateuco) y de la cual los profetas también habían escrito, ósea al Mesías. Parece que Felipe sabía algo más de Jesús, pues menciona que es el hijo de José (el carpintero) y que viene de Nazaret. La mención de Nazaret causa sorpresa en Natanael, pues la esperanza de los judíos era que el Mesías vendría de alguna familia y pueblo famoso de la línea real, y Nazaret no era precisamente muy famoso por ello. Sin embargo, Felipe no se deja estorbar por el comentario y sencillamente invita a Natanael a que mire y lo compruebe por sí mismo.

(Cuando) Jesús vio que Natanael se le acercaba, (y) comentó (dijo sobre el):

—(He aquí (verdaderamente) un Israelita en quien no hay falsedad.) Aquí tienen a un verdadero israelita (descendiente de Israel), en quien no hay falsedad. (Esto es, que es integro).

—¿De dónde me conoces? —le preguntó Natanael.

(Jesús respondió y le dijo:)—Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto (conocido).

(Natanael respondió y le dijo:) —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey (el soberano) de Israel! —declaró Natanael.

(Jesús le respondió y le dijo:) —¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? (Porque te dije que te vi (conocí) cuando estabas debajo de la higuera, ¿crees (tienes fe)?) ¡Vas a ver aun cosas más grandes (mayores) que éstas!

Cuando Jesús lo ve, antes de que Natanael llegara, él habla sobre Natanael a los que están a su alrededor, diciendo algo muy positivo sobre él: “Dense cuenta, este es un descendiente de Israel que es íntegro y no corrupto.” Jesús conocía a Natanael, conocía especialmente su actitud y su vida, aun en secreto. Natanael alcanza a escuchar lo dicho y se sorprende, pidiéndole a Jesús que le explique de donde le conoce. Jesús sencillamente le describe un momento en el que Natanael estaba sentado bajo una higuera. A primera vista esto no nos parece tan fuera de lo común… si, Jesús lo vio sentado bajo una higuera, pero eso no significa que por eso le conozca a profundidad. Pero parece que para Natanael el hecho de que Jesús mencionara la higuera junto con su integridad si tenía un gran significado. No sabemos que paso bajo esa higuera y qué relación tiene con la integridad de Natanael, pero por la respuesta que él da, podemos deducir que le impacto tanto, que termina haciendo la declaración de que Jesús es el Hijo de Dios y el Rey de Israel. Aunque para Natanael esto es de gran importancia, para Jesús es apenas una bicoca, por lo cual se sorprende de la fe que Natanael muestra y le asegura que lo que vio, apenas es una pequeña parte de todo lo que verá a lo largo del ministerio con Jesús.

Y añadió (Y le dijo a él…):

—Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles [mensajeros] de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre [humanidad].

Jesús se dirige después a todos mientras sigue mirando a Natanael, y les asegura que no solo iban a ver milagros mayores suceder, sino que además verían a los ángeles bajando y subiendo de la tierra al cielo mientras servían a Jesús.

Hasta este momento Juan el autor había hablado de Jesús como el Hijo de Dios, dejando claro que Jesús es completamente Dios, pero acá introduce el término ‘Hijo del hombre’, dando a entender que Jesús no solo era completamente Dios, sino también completamente humano, un tema que veremos a fondo en otra ocasión.

sábado, 18 de enero de 2014

Reglas de este blog


Hola querido amigo, querida amiga...

Antes de empezar a discutir los diferentes temas de este blog, quiero establecer unas reglas que nos van a ayudar a que estas discusiones sean edificantes y no destructivas.

1.    Usa lenguaje respetuoso. Insultar a otros por causa de su opinión ni es correcto, ni le agrada a Dios. Seamos respetuosos como Jesús mismo lo fue, aunque no estemos de acuerdo en todo lo que se plantee. Hay formas de decir las cosas, sin herir ni insultar a otros.

2.    Como dice el dicho: "Si no tienes nada bueno que decir de alguien, mejor no digas nada". Si necesitas usar un ejemplo de la vida real para explicar un punto, por favor omite nombres de personas e instituciones. No estamos acá para juzgar a otros, sino para juzgar lo que otros enseñan, y para ello no es necesario mencionar nombres. Quienes enseñan falsedades serán juzgados por Dios mismo a su tiempo; nuestro trabajo solo consiste en sacar a la luz las falsas enseñanzas.

3.    Mantén siempre una actitud enseñable y al mismo tiempo crítica. Ponte a disposición de escudriñarlo (estudiarlo, analizarlo) todo, y al mismo tiempo de sacar lo bueno de ello. Lo más correcto es que cada comentario que aquí se coloque sea filtrado a la luz del Espíritu Santo y de las Escrituras.

Los comentarios que NO respeten estas reglas no serán publicados o solo serán publicados en parte. Sus autores no tendrán derecho a reclamo, si han incumplido alguna de estas reglas de discusión.

Bendiciones y muchas gracias por participar en esta discusión.
Su amigo y hermano,
David Roncancio