martes, 25 de marzo de 2014

Juan 1:35-51 – Los primeros discípulos de Jesús

Después de dejar claro el origen de Jesús, de dar testimonio de su divinidad y de relatar parte del momento del bautismo de Jesús, Juan pasa a narrar los comienzos del ministerio de Jesús. Lo que sucede a continuación, sucede al día siguiente del momento del bautismo de Jesús. Juan se encontraba bautizando, cuando ve a Jesús rondando también por allí.

Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos (aprendices, pupilos). Al ver a Jesús que pasaba por ahí (Lit. Y mirando a Jesús mientras pasaba…), dijo:

Pero, a diferencia del día anterior, esta vez Juan está acompañado de dos de sus pupilos. De los relatos de los otros evangelios y de los versículos que siguen podemos deducir que uno de los discípulos probablemente era Juan (el discípulo) y el otro era Andrés, el hermano de Pedro. Al estar ellos ahí, Juan repite lo que Dios le había revelado sobre Jesús el día anterior:

—¡Aquí tienen al Cordero de Dios!

Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron (Lit. estar en el mismo camino con) a Jesús. Jesús se volvió y, al ver (observando a quienes) que lo seguían, les preguntó:

—¿Qué buscan?

Al escuchar la declaración de Juan, los dos discípulos inmediatamente comienzan a seguir a Jesús. La palabra usada acá para ‘seguir’ básicamente significa ‘alinearse en el mismo camino con’ otra persona. Los discípulos no solo siguen a Jesús por seguirle, o por curiosidad; ellos conocían las profecías sobre el Mesías y le esperaban tanto como muchos de los judíos. Cuando Juan hace la declaración profética de quien es Jesús, ellos deciden que es el tiempo de ser los discípulos de Jesús y dejar de seguir a Juan el Bautista. Lo vemos también en la respuesta que dan cuando Jesús les confronta con sus intenciones al seguirle: ¿Qué buscan? ¿Qué esperan encontrar? Jesús los pone a pensar, como un buen coach, en sus intenciones y en su motivación para seguirle. De todos los discípulos que Jesús tiene después, estos son los únicos que le siguen sin haber sido llamados primero por Jesús. Sin embargo, y aunque no los rechaza, él primero les hace pensar sobre su motivación e intenciones al seguirle. ¿Cuál es tu intención y tu motivación al seguir a Jesús? ¿Qué esperar encontrar al seguirle?

(Ellos le respondieron:)—Rabí (título honorifico), ¿dónde te hospedas (te estas quedando)? (Rabí significa: Maestro (Instructor).)

—Vengan a ver (Vengan, acompáñenme y vean) —les contestó Jesús.

Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba (quedaba), y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde (Lit. la décima hora – Contando las horas desde las seis de la mañana, que era el inicio del día según la hora judía, nos dan las cuatro de la tarde).

Ellos responden usando un título honorifico aplicado para describir a los instructores religiosos de su época, y básicamente le preguntan, dónde se está quedando. En la época, hacer este tipo de pregunta usando el título de maestro, básicamente significaba que dejaban todo atrás para seguirle de ahora en adelante a él a donde fuera. Jesús sencillamente les invita a seguirle y ver en donde se hospedaba. Ya que Jesús estaba lejos de su casa en Nazaret, lo más seguro es que se estaba quedando donde algún familiar o amigo de la familia. Juan no menciona en donde se quedaron exactamente. Cuando los discípulos ven donde se está hospedando, y siendo ya demasiado tarde para regresarse, deciden quedarse allí. Ellos probablemente no se auto-invitaron. La tradición judía obligaba a ofrecer alojamiento a los visitantes que se encontraran en una casa, si ya estaba anocheciendo y estos tenían un largo camino de regreso. Si esta era la época del invierno, a las cuatro de la tarde ya comenzaba a oscurecer, por lo cual sería muy peligroso continuar el viaje.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés (El) encontró primero a su hermano Simón, y le dijo:

—Hemos encontrado al Mesías [ungido] (es decir (que traducido es), el Cristo [ungido]).

Luego lo llevó (guió) a Jesús, quien mirándolo fijamente (Y cuando Jesús le vio), le dijo:

—Tú eres Simón (escuchado), hijo de Juan (Lit. Jonás – favorecido de Jehová). Serás llamado Cefas (la roca) (es decir [que traducido es…], Pedro ((pedazo de) roca)).

Juan salta en el tiempo y describe otros momentos más adelante. Aquí es donde nos deja claro que uno de los dos discípulos del relato anterior era Andrés. Deducimos que el otro era Juan, ya que no menciona su nombre y ya que en la tradición de varios autores podemos ver que cuando hablan de sí mismos, no lo mencionan directamente, como por ejemplo en Hechos, cuando Lucas no se menciona como parte del grupo, pero por la forma gramatical que usa podemos saber que estuvo presente en lo que relata.

Después de haber pasado esa noche con Jesús, algo ha cambiado en Andrés, y este busca a su hermano Simón y le declara directamente que han encontrado al Mesías esperado. No sabemos que conversaciones tuvieron esa noche con Jesús, pero vemos claramente que el resultado de las mismas fue una claridad total sobre quién era Jesús. Andrés lleva a Simón a donde esta Jesús, y este, después de observarlo bien, hace una declaración profética sobre la vida de Simón: Jesús utiliza un juego de palabras y significados con los nombres, diciéndole: ‘Tu eres Simón, eres el que ha sido escuchado, el hijo de Jonás, a quien Jehová ha favorecido.’ Jesús comienza declarando la identidad actual de Simón, pero continúa con algo más allá: ¡Jesús no solo quiere confirmar la identidad de Simón, él quiere darle un propósito, un futuro! Él va más allá y le cambia el nombre, declarando que de ahora en adelante su identidad y su propósito serían ser una roca. Para Pedro debió haber sido raro el cambio, pero no vemos que lo rechace. Se tomará un tiempo para que entendamos por qué Jesús le cambia el nombre y qué es lo que significa que sea una roca. Hacia el final de su ministerio, casi tres años después de este suceso, es que Jesús usa de nuevo una declaración similar con Pedro, después de que este declare, que Jesús es el Cristo (el ungido) y el Hijo de Dios: Jesús declara entonces que sobre esa afirmación de Pedro, él, Jesús, construiría su iglesia (su eclesia). Durante todo este tiempo Pedro debió haber estado preguntándose por qué Jesús le había puesto ese nuevo nombre, pero también estaría a la expectativa de que su propósito, ahora expresado en ese nuevo nombre, se cumpliera pronto.


Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. (Se) encontró con (a) Felipe, y lo llamó (le dijo):

—Sígueme (Acompáñame; estar en el mismo camino con).

Al día siguiente Jesús comienza a reclutar a otros discípulos más. Al primero que encuentra es a Felipe y sencillamente le ordena seguirle. En este relato no vemos cual es la reacción inicial de Felipe, pero vemos que si le sigue, por lo visto sin ninguna discusión.

Felipe era del pueblo de Betsaida (Casa de Pesca), lo mismo que Andrés y Pedro. Felipe buscó (encontró) a Natanael y le dijo:

—Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas. (Lit. Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas; a Jesús de Nazaret, el hijo de José.)

—¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? (Y Natanael le respondió: ¿Puede algo bueno existir/ser generado de Nazaret?)

—Ven a ver —le contestó Felipe. (Felipe le contestó: Ven y mira).

El autor nos presenta a Felipe y lo coloca viviendo en el mismo pueblo del que eran Andrés y Pedro, y cuyo nombre expresa el oficio al que todos ellos se dedicaban: la pesca. Felipe va y busca a Natanael y le dice que encontraron a la persona de la cual había escrito Moisés en la ley (el Pentateuco) y de la cual los profetas también habían escrito, ósea al Mesías. Parece que Felipe sabía algo más de Jesús, pues menciona que es el hijo de José (el carpintero) y que viene de Nazaret. La mención de Nazaret causa sorpresa en Natanael, pues la esperanza de los judíos era que el Mesías vendría de alguna familia y pueblo famoso de la línea real, y Nazaret no era precisamente muy famoso por ello. Sin embargo, Felipe no se deja estorbar por el comentario y sencillamente invita a Natanael a que mire y lo compruebe por sí mismo.

(Cuando) Jesús vio que Natanael se le acercaba, (y) comentó (dijo sobre el):

—(He aquí (verdaderamente) un Israelita en quien no hay falsedad.) Aquí tienen a un verdadero israelita (descendiente de Israel), en quien no hay falsedad. (Esto es, que es integro).

—¿De dónde me conoces? —le preguntó Natanael.

(Jesús respondió y le dijo:)—Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto (conocido).

(Natanael respondió y le dijo:) —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey (el soberano) de Israel! —declaró Natanael.

(Jesús le respondió y le dijo:) —¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? (Porque te dije que te vi (conocí) cuando estabas debajo de la higuera, ¿crees (tienes fe)?) ¡Vas a ver aun cosas más grandes (mayores) que éstas!

Cuando Jesús lo ve, antes de que Natanael llegara, él habla sobre Natanael a los que están a su alrededor, diciendo algo muy positivo sobre él: “Dense cuenta, este es un descendiente de Israel que es íntegro y no corrupto.” Jesús conocía a Natanael, conocía especialmente su actitud y su vida, aun en secreto. Natanael alcanza a escuchar lo dicho y se sorprende, pidiéndole a Jesús que le explique de donde le conoce. Jesús sencillamente le describe un momento en el que Natanael estaba sentado bajo una higuera. A primera vista esto no nos parece tan fuera de lo común… si, Jesús lo vio sentado bajo una higuera, pero eso no significa que por eso le conozca a profundidad. Pero parece que para Natanael el hecho de que Jesús mencionara la higuera junto con su integridad si tenía un gran significado. No sabemos que paso bajo esa higuera y qué relación tiene con la integridad de Natanael, pero por la respuesta que él da, podemos deducir que le impacto tanto, que termina haciendo la declaración de que Jesús es el Hijo de Dios y el Rey de Israel. Aunque para Natanael esto es de gran importancia, para Jesús es apenas una bicoca, por lo cual se sorprende de la fe que Natanael muestra y le asegura que lo que vio, apenas es una pequeña parte de todo lo que verá a lo largo del ministerio con Jesús.

Y añadió (Y le dijo a él…):

—Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles [mensajeros] de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre [humanidad].

Jesús se dirige después a todos mientras sigue mirando a Natanael, y les asegura que no solo iban a ver milagros mayores suceder, sino que además verían a los ángeles bajando y subiendo de la tierra al cielo mientras servían a Jesús.

Hasta este momento Juan el autor había hablado de Jesús como el Hijo de Dios, dejando claro que Jesús es completamente Dios, pero acá introduce el término ‘Hijo del hombre’, dando a entender que Jesús no solo era completamente Dios, sino también completamente humano, un tema que veremos a fondo en otra ocasión.

martes, 11 de marzo de 2014

Juan 1:19-34 – Juan el Bautista niega ser el Mesías


Juan conecta su análisis del Mesías encarnado con el relato del testimonio de Juan el Bautista sobre el momento del bautismo de Jesús. Recordemos que Juan el apóstol era en este momento discípulo de Juan el Bautista, por lo cual fue testigo principal de los sucesos narrados a continuación.

Éste es el testimonio (la evidencia) de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era (Lit. …preguntarle: ¿Quién eres tú?). No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza:

En la época en la que Juan el Bautista y Jesús vivieron, los judíos se encontraban bajo la ocupación romana. Aunque el rey era romano, los judíos contaban con ciertas libertades, siempre y cuando se sometieran a las leyes y al estado romano. Por ello, los líderes políticos y religiosos de la época estaban muy pendientes de quién enseñaba qué en Israel. El pueblo de Israel estaba cansado de la ocupación romana y muchos esperaban con ansias al Mesías. Sin embargo, al Mesías que esperaban era uno que pudiera librarlos del yugo de los romanos. Como Juan el Bautista estaba causando tanto interés, que muchos iban a bautizarse donde él, los líderes religiosos se vieron en la necesidad de averiguar bien qué pasaba y quién era este personaje que tanto furor causaba.

—Yo no soy el Cristo (el Ungido; el Mesías).

—¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías?

Claramente Juan les declara que no es el Mesías que todos esperan. Los judíos también tenían la creencia de que Elías volvería, pues no había muerto, sino que había sino tomado en un carro de fuego que lo llevo al cielo, pero Juan aquí también les deja claro que no es él.

—No lo soy.

—¿Eres el profeta?

Dentro de las creencias judías también estaba la esperanza de la llegada de algún profeta especial, como los de los tiempos del Antiguo Testamento, y los cuales prácticamente habían desaparecido 400 años antes de la llegada de Cristo.

—No lo soy.

—¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Cómo te ves a ti mismo? (Lit. ¿Entonces quién eres tú?, para podamos darle una respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?)

Como la respuesta de Juan es contundente y negativa a todas las teorías que los judíos tenían, a estos no les queda más opción que pedirle a Juan que se explique a si mismo sobre quién es. El objetivo también era poder comprobar con qué autoridad espiritual (o religiosa) Juan hacia lo que hacía.

Debido a que Juan el Bautista era un solitario que vivía en el desierto y se alimentaba de miel y langostas, muchos debieron haber pensado que se trataba de un loco o un sabio espiritual estilo eremita. Por lo tanto, alguien a quien los religiosos judíos no tenían que temerle.

—Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor” (Isa. 40:3) —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías. (Lit. Él dijo: Yo soy… del Señor”, como dijo el profeta Isaías).

La respuesta de Juan es clara: Él vino a preparar el camino para el Señor, el Mesías esperado. Él solo era su mensajero. El voceador antes de la llegada del rey.

Esta inesperada respuesta debió haber puesto nerviosos a los religiosos: Si alguien se atrevía a hablar de la llegada de un rey o un salvador en medio de la ocupación romana, estarían en serios problemas. Por ello continúan interrogándole.

Algunos que habían sido enviados por los fariseos (Lit. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos, y…) lo interrogaron: (Lit. lo interrogaron, diciendo:)

—Pues si no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas (sumergir completamente en agua)? (Lit. ¿Por qué bautizas entonces, si no eres…?)

Inmediatamente los judíos enviados por los fariseos, la facción más religiosa de las sectas judías, y la cual contaba con una buena relación con el gobierno romano y de privilegios especiales, reacciona interrogando a Juan, buscando por donde minar su autoridad.

Con respecto al rito de bautizar, este fue instituido por los fariseos para sus seguidores, después de ser circuncidados (lo que los hacía “legalmente” parte del pueblo de Dios, de acuerdo a la tradición del AT). A través de ello, podían participar de todas las actividades religiosas del templo. Esto hacía que el templo tuviera la condición de ser el único sitio de expiación de pecados. Juan el Bautista, al ser de descendencia levítica podía bautizar de acuerdo a las tradiciones judías. Es por ello que los fariseos tampoco se atreven a prohibírselo. Pero como Juan le cambia el sentido, enfocando el bautismo hacia la conversión y la purificación de pecados (Mar. 1:4), los fariseos ven amenazada su autoridad y poder. La forma del bautismo por sumersión ya venía de varias culturas anteriores y se usaba como un rito de purificación religiosa. Juan instituye el bautismo con un simbolismo doble, como veremos después:

1.      Como una declaración simbólica de preparación para la llegada del Mesías, al limpiarse del pecado y arrepentirse del mismo. El bautizado declara con ello que se limpia de su pecado para poder estar frente a su Mesías, a Dios mismo, el cual no comparte su lugar con el pecado.

2.      Como un anuncio profético de la muerte y resurrección de Cristo. (Analizaremos este punto más abajo).

(Lit. Juan les respondió, diciendo:…) —Yo bautizo con] agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, (Lit. …conocen; él es, quien viniendo después de mí, está (es) por encima de mí, al cual…) y que viene después de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias.

Juan le responde a los religiosos quitando todo el enfoque de sí mismo y dirigiéndolo a alguien superior en autoridad: el que viene después de él – Jesús, el Mesías.

(Lit. Estas cosas fueron hechas en…) Todo esto sucedió en Betania (Lit. Betabara: Casa de los Vados), al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Al día siguiente Juan vio a Jesús (Jesús viene de Jeshua, que significa: Jehová es Salvación) que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen (La forma gramatical denota sorpresa) al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

Juan estaba bautizando como lo venía haciendo, cuando Jesús aparece para ser bautizado también. Juan reacciona sorprendido y declara proféticamente que Jesús es el sacrificio definitivo por los pecados del mundo, declarando así también que Cristo moriría por nosotros. Para los sacrificios en el templo era común sacrificar un cordero como expiación por los pecados. Jesús toma ese rol después el sacrificarse como el “Cordero de Dios” por nosotros.

Es interesante que Juan reaccione con sorpresa, pues él y Jesús eran en realidad primos hermanos. Elizabeth, la mamá de Juan era pariente de María (Lucas 1 en adelante). Jesús y Juan se conocían desde niños. Es posible que su reacción se deba a que en ese instante recibe por primera vez la revelación profética sobre quién es en realidad su primo.

De éste hablaba yo cuando dije: “Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía (Lit. estaba) antes que yo.” Yo ni siquiera lo conocía (Lit. Yo no le conocía), pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua.»

Juan le recuerda a su público lo que había dado como respuesta a los fariseos apenas el día anterior: que después de él venia alguien superior a él. Al Juan decir que no le conocía, no está negando su parentesco, sino que está declarando que a pesar de conocerle como pariente, no conocía quién era en realidad Jesús; su naturaleza divina. Juan conocía a Jesús como su primo, mas no como el Cordero de Dios. Esto fue una revelación para él tanto como lo fue para los demás allí presentes.

(Lit. Y Juan dio testimonio diciendo:…) Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él.

Los detalles del bautismo de Jesús se encuentran en el libro de Lucas. Lo que Juan declara acá, sucede durante el bautismo de Jesús. El Espíritu Santo desciende en forma de paloma sobre Jesús y una voz del cielo declara: “Este es mi Hijo amando, de quien estoy complacido”.

Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece, es el que bautiza con el Espíritu Santo.”  Yo lo he visto y por eso testifico que éste es el Hijo de Dios.»

Juan vuelve y declara que no tenía conocimiento de quien era Jesús antes, pero que Dios, quien le envió a bautizar, le había dicho que aquel sobre el cual el viera que el Espíritu Santo descendía, ese era el Hijo de Dios. Aquí introduce también Juan por primera vez un concepto muy conocido en la iglesia primitiva: el bautismo del Espíritu Santo.  Juan declara que Jesús es quien bautizaría con el Espíritu Santo y con ello recuerda al pueblo una de las profecías de Isaías (Isa. 4:4) y también de Joel 2:28-31, la cual es citada por Pedro después, al inicio de la iglesia en pentecostés (Hechos 1 y 2).

Juan el Bautista finaliza declarando que después de haberlo visto, él puede declarar con seguridad que Jesús es el Hijo de Dios.