martes, 11 de marzo de 2014

Juan 1:19-34 – Juan el Bautista niega ser el Mesías


Juan conecta su análisis del Mesías encarnado con el relato del testimonio de Juan el Bautista sobre el momento del bautismo de Jesús. Recordemos que Juan el apóstol era en este momento discípulo de Juan el Bautista, por lo cual fue testigo principal de los sucesos narrados a continuación.

Éste es el testimonio (la evidencia) de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era (Lit. …preguntarle: ¿Quién eres tú?). No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza:

En la época en la que Juan el Bautista y Jesús vivieron, los judíos se encontraban bajo la ocupación romana. Aunque el rey era romano, los judíos contaban con ciertas libertades, siempre y cuando se sometieran a las leyes y al estado romano. Por ello, los líderes políticos y religiosos de la época estaban muy pendientes de quién enseñaba qué en Israel. El pueblo de Israel estaba cansado de la ocupación romana y muchos esperaban con ansias al Mesías. Sin embargo, al Mesías que esperaban era uno que pudiera librarlos del yugo de los romanos. Como Juan el Bautista estaba causando tanto interés, que muchos iban a bautizarse donde él, los líderes religiosos se vieron en la necesidad de averiguar bien qué pasaba y quién era este personaje que tanto furor causaba.

—Yo no soy el Cristo (el Ungido; el Mesías).

—¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías?

Claramente Juan les declara que no es el Mesías que todos esperan. Los judíos también tenían la creencia de que Elías volvería, pues no había muerto, sino que había sino tomado en un carro de fuego que lo llevo al cielo, pero Juan aquí también les deja claro que no es él.

—No lo soy.

—¿Eres el profeta?

Dentro de las creencias judías también estaba la esperanza de la llegada de algún profeta especial, como los de los tiempos del Antiguo Testamento, y los cuales prácticamente habían desaparecido 400 años antes de la llegada de Cristo.

—No lo soy.

—¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Cómo te ves a ti mismo? (Lit. ¿Entonces quién eres tú?, para podamos darle una respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?)

Como la respuesta de Juan es contundente y negativa a todas las teorías que los judíos tenían, a estos no les queda más opción que pedirle a Juan que se explique a si mismo sobre quién es. El objetivo también era poder comprobar con qué autoridad espiritual (o religiosa) Juan hacia lo que hacía.

Debido a que Juan el Bautista era un solitario que vivía en el desierto y se alimentaba de miel y langostas, muchos debieron haber pensado que se trataba de un loco o un sabio espiritual estilo eremita. Por lo tanto, alguien a quien los religiosos judíos no tenían que temerle.

—Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor” (Isa. 40:3) —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías. (Lit. Él dijo: Yo soy… del Señor”, como dijo el profeta Isaías).

La respuesta de Juan es clara: Él vino a preparar el camino para el Señor, el Mesías esperado. Él solo era su mensajero. El voceador antes de la llegada del rey.

Esta inesperada respuesta debió haber puesto nerviosos a los religiosos: Si alguien se atrevía a hablar de la llegada de un rey o un salvador en medio de la ocupación romana, estarían en serios problemas. Por ello continúan interrogándole.

Algunos que habían sido enviados por los fariseos (Lit. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos, y…) lo interrogaron: (Lit. lo interrogaron, diciendo:)

—Pues si no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas (sumergir completamente en agua)? (Lit. ¿Por qué bautizas entonces, si no eres…?)

Inmediatamente los judíos enviados por los fariseos, la facción más religiosa de las sectas judías, y la cual contaba con una buena relación con el gobierno romano y de privilegios especiales, reacciona interrogando a Juan, buscando por donde minar su autoridad.

Con respecto al rito de bautizar, este fue instituido por los fariseos para sus seguidores, después de ser circuncidados (lo que los hacía “legalmente” parte del pueblo de Dios, de acuerdo a la tradición del AT). A través de ello, podían participar de todas las actividades religiosas del templo. Esto hacía que el templo tuviera la condición de ser el único sitio de expiación de pecados. Juan el Bautista, al ser de descendencia levítica podía bautizar de acuerdo a las tradiciones judías. Es por ello que los fariseos tampoco se atreven a prohibírselo. Pero como Juan le cambia el sentido, enfocando el bautismo hacia la conversión y la purificación de pecados (Mar. 1:4), los fariseos ven amenazada su autoridad y poder. La forma del bautismo por sumersión ya venía de varias culturas anteriores y se usaba como un rito de purificación religiosa. Juan instituye el bautismo con un simbolismo doble, como veremos después:

1.      Como una declaración simbólica de preparación para la llegada del Mesías, al limpiarse del pecado y arrepentirse del mismo. El bautizado declara con ello que se limpia de su pecado para poder estar frente a su Mesías, a Dios mismo, el cual no comparte su lugar con el pecado.

2.      Como un anuncio profético de la muerte y resurrección de Cristo. (Analizaremos este punto más abajo).

(Lit. Juan les respondió, diciendo:…) —Yo bautizo con] agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, (Lit. …conocen; él es, quien viniendo después de mí, está (es) por encima de mí, al cual…) y que viene después de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias.

Juan le responde a los religiosos quitando todo el enfoque de sí mismo y dirigiéndolo a alguien superior en autoridad: el que viene después de él – Jesús, el Mesías.

(Lit. Estas cosas fueron hechas en…) Todo esto sucedió en Betania (Lit. Betabara: Casa de los Vados), al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Al día siguiente Juan vio a Jesús (Jesús viene de Jeshua, que significa: Jehová es Salvación) que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen (La forma gramatical denota sorpresa) al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

Juan estaba bautizando como lo venía haciendo, cuando Jesús aparece para ser bautizado también. Juan reacciona sorprendido y declara proféticamente que Jesús es el sacrificio definitivo por los pecados del mundo, declarando así también que Cristo moriría por nosotros. Para los sacrificios en el templo era común sacrificar un cordero como expiación por los pecados. Jesús toma ese rol después el sacrificarse como el “Cordero de Dios” por nosotros.

Es interesante que Juan reaccione con sorpresa, pues él y Jesús eran en realidad primos hermanos. Elizabeth, la mamá de Juan era pariente de María (Lucas 1 en adelante). Jesús y Juan se conocían desde niños. Es posible que su reacción se deba a que en ese instante recibe por primera vez la revelación profética sobre quién es en realidad su primo.

De éste hablaba yo cuando dije: “Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía (Lit. estaba) antes que yo.” Yo ni siquiera lo conocía (Lit. Yo no le conocía), pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua.»

Juan le recuerda a su público lo que había dado como respuesta a los fariseos apenas el día anterior: que después de él venia alguien superior a él. Al Juan decir que no le conocía, no está negando su parentesco, sino que está declarando que a pesar de conocerle como pariente, no conocía quién era en realidad Jesús; su naturaleza divina. Juan conocía a Jesús como su primo, mas no como el Cordero de Dios. Esto fue una revelación para él tanto como lo fue para los demás allí presentes.

(Lit. Y Juan dio testimonio diciendo:…) Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él.

Los detalles del bautismo de Jesús se encuentran en el libro de Lucas. Lo que Juan declara acá, sucede durante el bautismo de Jesús. El Espíritu Santo desciende en forma de paloma sobre Jesús y una voz del cielo declara: “Este es mi Hijo amando, de quien estoy complacido”.

Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece, es el que bautiza con el Espíritu Santo.”  Yo lo he visto y por eso testifico que éste es el Hijo de Dios.»

Juan vuelve y declara que no tenía conocimiento de quien era Jesús antes, pero que Dios, quien le envió a bautizar, le había dicho que aquel sobre el cual el viera que el Espíritu Santo descendía, ese era el Hijo de Dios. Aquí introduce también Juan por primera vez un concepto muy conocido en la iglesia primitiva: el bautismo del Espíritu Santo.  Juan declara que Jesús es quien bautizaría con el Espíritu Santo y con ello recuerda al pueblo una de las profecías de Isaías (Isa. 4:4) y también de Joel 2:28-31, la cual es citada por Pedro después, al inicio de la iglesia en pentecostés (Hechos 1 y 2).

Juan el Bautista finaliza declarando que después de haberlo visto, él puede declarar con seguridad que Jesús es el Hijo de Dios.

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