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sábado, 18 de enero de 2014

La señal del verdadero Cristiano…


En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.

Juan 13:35 (RVA)


¡Cómo me duele ver hoy en día la iglesia! ¡Cómo me duele ver el egoísmo de quienes a sí mismos se llaman cristianos! ¡Cómo duele ver como negamos el poder de Dios y Su amor por estar tan concentrados en nosotros mismos, en nuestra comodidad, en ‘mis milagros’, ‘mi llamado’, ‘mis derechos’, etc.!

Me aterra ver iglesias que, aun usando la excusa de que hacen todo para Dios, para establecer Su Reino, se concentran en ‘vender’ un evangelio de comodidades, de confort y milagros. Mi sangre hierve cuando veo evangelistas en TV pidiéndole dinero a la gente, para que se haga su milagrito, o cuando en iglesias se piden diezmos, ofrendas y primicias para comprar nuevos equipos, hacer más bonito el templo, etc., y mientras tanto dentro de la misma congregación hay personas pasando necesidades. ¡A dónde hemos llegado! ¡Con razón ya nadie quiere ser cristiano!

Creemos erradamente que de esas cosas se trata el cristianismo; que se trata de andar con una Biblia bajo el brazo, diciendo que amamos a Dios, pero sin demostrarlo, haciendo cosas para Dios, pero no con Él. Predicamos un evangelio que ni creemos, ni vivimos. ¡Obviamente ninguna persona con algo de decencia querrá involucrarse con nosotros!

En todo lo que Jesús enseñó, solo una vez hablo de la señal que caracterizaría a un verdadero cristiano: el amor que demostrara por los demás hermanos y por los de afuera. El amor no se aísla y crea su propio club; el amor sale de la zona de seguridad personal y se acerca a quienes más lo necesitan. Jesús anduvo la mayoría de su tiempo con los rechazados de la sociedad y no con los religiosos; estuvo con los pecadores, con el mundo. Separarnos del mundo no significa alejarnos de la gente que no es cristiana, que no comparte nuestros valores. Separarnos del mundo significa separar el mundo de nuestro ser, no de nuestras relaciones.

Mire lo que dice la Palabra sobre lo que hacía y vivía la iglesia primitiva:

Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en común.

Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno según tenía necesidad. Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos.

Hechos 2:44 al 47

No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según tenía necesidad.

Entonces José, quien por los apóstoles era llamado Bernabé (que significa hijo de consolación) y quien era levita, natural de Chipre, como tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

Hechos 4:34 al 37

La iglesia primitiva no solo se dedicó a hablar de Cristo, ¡lo demostró! Ellos entendieron muy bien la señal que Jesús había mencionado como la señal del cristiano verdadero y empezaron a vivir de acuerdo a ello. Y fíjese lo que sucedió: se ganaron el favor del pueblo y a través de su testimonio muchos se agregaron al Cuerpo de Cristo. La iglesia primitiva siempre estuvo pendiente de las necesidades de sus miembros y ese amor entre ellos impactó tanto a la sociedad, que muchos se convirtieron a Cristo por el solo testimonio de los primeros cristianos.
Me impacta que la Palabra es clara en decir que todo lo que se recogía, financieramente hablando, era repartido entre quienes tenían necesidad en la iglesia y de acuerdo a lo que necesitaran. ¿Cómo suena eso de diferente a la iglesia de hoy, en donde solo se piden finanzas para sostener templos, estructuras y actividades mientras las personas en la iglesia siguen pasando necesidades y las respuestas de líderes y pastores se limita a decirles que van a orar por su necesidad y que den, que Dios les devolverá. Son ladrones sin corazón, egoístas que solo piensan en sí y sus reinos personales. No han entendido el verdadero amor de Dios. Como dijo Jesús: ponen cargas que ni ellos mismos están dispuestos a llevar.

El Nuevo Testamento es claro en que el destino de las finanzas en el Reino de Dios son primeramente las personas, no programas ni instituciones. ¡Cómo cambiaría la iglesia y la percepción de los de afuera de la misma, si tan solo viviéramos este principio de amor en ellas! ¡Cuantas personas no se convertirían al ver que realmente la iglesia es un lugar de amor, que realmente vivimos lo que predicamos!

Te reto mi querido hermano, mi querida hermana a dejar tu zona de comodidad, tu egoísmo y tus sueños y derechos personales, para tomar los de Cristo y acercarte a quienes más necesitan del amor de Cristo a través tuyo.