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sábado, 18 de enero de 2014

¿Cristo, el Padre y el Espíritu Santo: Invitados o Anfitriones?


“Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos,  ni es servido por manos humanas como si necesitase algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

Hechos 17:24 y 25 (RVA)

“En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Efesios 2:22 (RVA)

El mayor anhelo de Dios es que él pueda habitar en nosotros, en Su Cuerpo, Su Eclesia; no en templos ni lugares hechos por arquitectos, por seres humanos. ¡Él quiere ser el centro de nuestras vidas, de nuestras reuniones, de todo nuestro ser y hacer!
Pero tristemente hoy en día vemos que en muchos lugares cristianos Él ya no es el centro de las reuniones, ni de las vidas de líderes y creyentes. Todos los mensajes se centran en las bendiciones externas, en actividades y reglas que tiene que cumplir el creyente, y no en la relación con él. Eso ha formado cristianos ‘robot’, que conocen mucho de las enseñanzas de sus líderes e iglesias, pero nada de la relación con Cristo, y que hasta siguen esas enseñanzas con un fanatismo tal, que quién se atreva a poner algo en duda o asuma una actitud critica basada en la Palabra, inmediatamente es descartado o discriminado.

Personalmente me entristece mucho esta tendencia, pues cuando veo a mi alrededor, veo y percibo una necesidad tan grande de Dios –no solo entre los no creyentes, sino con gran dolor aun entre los mismos creyentes. Las personas están desesperadas por un encuentro personal con Dios, y sin embargo nuestras congregaciones se centran más en ofrecer actividades, bendiciones y otras cosas, pero no a Cristo mismo, no una relación íntima y personal con Dios, que es tan necesaria para vivir abundantemente. Yo no puedo imaginarme una vida sin mi relación diaria con mi Padre, sin la compañía y el consejo diario del Hijo, y sin la ayuda y guía diaria, e incluso el poder especial del Espíritu Santo.

Hay congregaciones que intentan recuperar esa presencia de Dios en medio de ellos. Allá se oyen frecuentemente expresiones como: ‘Vamos a invitar al Señor y su gloria (o su presencia)’. Aunque esto es un comienzo, lo triste de ello es que tratamos a Dios como si él solo fuera un invitado especial; y más triste aun es que tan pronto su presencia viene y Dios empieza a obrar a Su manera y a moverse con poder y autoridad, los mismos líderes que le invitaron, vuelven y lo frenan una vez que sienten que la ‘reunión’ se les sale de las manos.

Dios no quiere ser solamente el invitado especial de un ‘show’ en una iglesia; Dios quiere ser el dueño total de nuestras reuniones, de nuestras vidas, el anfitrión. Él quiere habitar (vivir como dueño) en nosotros –ni siquiera en los lugares que hemos construido con nuestras manos para Él. Él es quién nos invita continuamente a que seamos sus invitados a su mesa, no que nosotros lo invitemos a él. Confundimos todo cuando pensamos al revés.

¡Cómo cambiarían nuestras reuniones si tan solo dejáramos a Dios ser el anfitrión de las mismas! Usted depronto me dirá: ‘Hermano, pero eso es peligroso; ¿quién controla entonces todo? La reunión se volvería un caos’. Y precisamente allí está nuestro problema: controlar. ¿Por qué tenemos que controlar lo que Dios quiere hacer? Si decimos y creemos que Dios es un Dios de orden, ¿no es él mismo quién teniendo el control, trae consigo también el orden? ¿Y qué del hecho de que Cristo es la cabeza de SU iglesia? ¿Desde cuando tenemos el derecho de controlar a nuestra cabeza? ¿O será más bien que en realidad no le creemos? Creemos en Él, en su existencia, pero frecuentemente no creemos en lo que él dice. Triste, ya que ‘sin fe (sin creerle) es imposible agradar a Dios’. Ahí fallamos en muchas áreas de nuestra fe, en que no le creemos, aunque creemos en su existencia. Y por eso no somos capaces de confiar en él y obedecerle sin temores ni prejuicios. ¡Nuestra actitud de fe tiene que cambiar, si queremos ver respuestas a nuestras oraciones y si queremos experimentar su presencia real cada día con nosotros!

Yo he tenido la oportunidad de asistir a reuniones en donde Dios ha sido el anfitrión, y créame, han sido las reuniones más increíbles y maravillosas que he vivido, y –para sorpresa mía y de muchos- no he visto desorden. ¡Esas reuniones han sido de las más edificantes que he conocido! El desorden es un prejuicio que tenemos debido a la necesidad (ni bíblica, ni razonable) de querer controlar todo.
Hermano líder, sí usted confía en Dios; sí realmente confía en Dios, crea que Él mismo se va a encargar del orden correcto. Aunque a nosotros a simple vista nos parezca lo contrario, si usted afina sus sentidos y su oído espiritual, y permanece expectante y atento a lo que Dios va haciendo y le va mostrando, se dará cuenta muy pronto, que el orden de Dios en una reunión es casi siempre muy diferente al nuestro. Pero los resultados de esa libertad de acción que le damos a Dios, son mil veces más efectivos que nuestras súper ordenadas reuniones, en donde nunca pasa nada.

Dejemos a un lado esos temores y soltémosle a nuestro Dios todo. Dejemos que él sea el anfitrión en nuestras vidas y sencillamente escuchemos –como lo hizo María- lo que él tiene que decirnos. Entendamos que las personas nunca aprenderán a tener una relación fuerte y seria con Dios, si no tienen un encuentro personal con Él y aprenden a dejarle ser el anfitrión de sus vidas.

La actitud que necesitamos desarrollar es la siguiente:

¡Padre, que TU siempre seas el anfitrión en mi vida y ministerio. Forma en mí una relación íntima de amor y a pasión hacia Ti. Jesús, gracias por permitirme ser tu amigo e invitado a tu mesa. Sacia mi hambre espiritual con tu pan espiritual. Déjame aprender de Ti a ser cada vez más a Tu imagen acá en la tierra y a reflejarte de tal manera que cada persona con la que me encuentre te vea a Ti en mi. Espíritu Santo, gracias por permitirme trabajar contigo y colaborarte. Enséñame a ser sensible y obediente a Tu voz y guiánza, y a dejarme ser un canal para que Tu poder pueda fluir sin obstáculos a través de mi!