viernes, 27 de junio de 2014

Juan 5:1-17 – Jesús y el legalismo sobre el día de descanso

Continuamos con otro de los milagros de sanidad hechos por Jesús, pero esta vez el punto principal del pasaje se enfoca en el legalismo de los religiosos en cuanto al día de descanso (sea el sábado o el domingo).

Algún tiempo después, se celebraba una fiesta (festival) de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre en arameo es Betzatá.

Jesús asiste a otra de las festividades judías. El autor no nos aclara cuál de ellas, pero implicaba que Jesús fuera a Jerusalén de nuevo. Al entrar a Jerusalén por una de las 12 puertas de la muralla, la puerta de las Ovejas, por la cual lo pastores sacaban regularmente sus ovejas a pastar, pasa al lado de una estanque muy conocido. Es interesante que Jesús escoja esta entrada, pues él es conocido como el Buen Pastor después.

En esos (pórticos) se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos se encontraba un hombre inválido (enfermo) que llevaba enfermo (allí) treinta y ocho años.

Este estanque estaba rodeado de pórticos en los cuales se hacían muchos enfermos con la esperanza de ser sanos. La tradición decía que de vez en cuando bajaba un ángel de Dios y revolvía el agua, y que cuando esto sucedía, la primera persona en llegar al agua y sumergirse en ella, esta era sanada. Entre estos enfermos estaba un hombre que llevaba 38 años allí, esperando por una oportunidad.

Cuando Jesús lo vio allí, (tirado en el suelo), y (se enteró de) que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó:

—¿Quieres quedar (ser hecho) sano?

Jesús ve a este hombre y se entera de su situación, y a pesar de todo hace una pregunta que para nosotros es completamente ilógica: ¿Quieres ser sano? ¿Por qué pregunta Jesús esto? ¿Acaso no es obvio que este hombre necesita ser sano? Puede que si sea obvio, pero la pregunta de Jesús va más allá. Jesús quiere atender la necesidad real de este hombre, no una necesidad superficial. Este hombre llevaba 38 años ahí y aparentemente no había hecho mucho esfuerzo por entrar en el estanque. ¿Realmente quería ser sano? ¿O ya se había dado por vencido?

—Señor —respondió (el hombre impotente)—, no tengo a nadie (a ningún hombre) que me meta en el estanque mientras se agita el agua, y cuando trato de hacerlo (estoy llegando), otro se mete antes.

—Levántate, recoge tu camilla (colchoneta, colchón) y anda (camina) —le contestó Jesús.

La respuesta de este hombre es una evasiva. Él no responde si o no, sino que se excusa en por qué a pesar de estar tanto tiempo allí, no ha sido sanado. Este hombre pone su mirada en las circunstancias alrededor y se excusa en ellas. La pregunta de Jesús logra que el hombre demuestre que se ha dado por vencido hace mucho tiempo. Pero Jesús no se ha dado por vencido con él, y sencillamente le ordena que se levante, coja su colchoneta y camine. Este hombre no mostró señales de tener algún tipo de fe en que este hombre, que le estaba dando esa orden, o que Dios mismo le fueran a sanar. Él ni siquiera pide por la sanidad.

Al instante (E inmediatamente) aquel hombre quedó (fue hecho) sano, así que tomó su camilla (colchón, colchoneta) y echó a andar.

Con la sola orden de Jesús este hombre queda sano y obedece a Jesús. Algo debió haber notado este hombre en su cuerpo, que le hizo obedecer a Jesús y caminar. Otra vez vemos que fue la fe de Jesús la que sano al enfermo, no la del enfermo.

Pero ese día era sábado (Hr. Shabbath: el día de descanso). Por eso los judíos le dijeron al que había sido sanado (Gr. Therapeuo: librado de enfermedad):

—Hoy es sábado (día de descanso); no te está permitido (no es correcto) cargar tu camilla (colchón).

En la tradición judía el día de descanso (sábado para ellos, domingo para los cristianos ahora) nadie debía trabajar ni hacer alguna labor que implicara esfuerzo de algún tipo. Por eso, cuando los judíos religiosos ven a este hombre cargando su colchón, estos le llaman la atención. Los religiosos no muestran la más mínima misericordia, ellos solo se interesan en que las reglas se cumplan.

—El que me (hizo sano) sanó me dijo: “Recoge tu camilla (colchón) y anda (camina)” —les respondió.

—¿Quién es ese hombre que te dijo: “Recógela y anda”? —le interpelaron (interrogaron).

El que había sido sanado (curado) no tenía idea de (no sabía) quién era, porque Jesús se había escabullido entre la mucha gente (multitud) que había en el lugar (allí).

Aquí vemos que la persona sanada no solo no tenía una fe o expectativa personal para ser sana específicamente, sino que además ni sabía quién era Jesús. No lo conocía y aparentemente tampoco había escuchado de su fama. También nos damos cuenta que Jesús no hace el milagro buscando reconocimiento público, sino que inmediatamente después de sanar al enfermo, se escabulle y no busca llamar la atención de ninguna manera.

Después de esto Jesús lo encontró en el templo (todo el precinto del templo) y le dijo:

—Mira, ya has quedado (sido hecho) sano. No vuelvas a pecar (errar el blanco), no sea que te ocurra (sea hecho) algo peor (más grave, más malo).

Jesús no solo le dio la sanidad a esta persona, él va y lo busca después para darle también la salvación. El objetivo de Jesús, una vez más, no es solo la sanidad de alguien, sino la salvación de alguien. Vemos que entonces lo busca y lo encuentra en el precinto del templo, probablemente el patio exterior, que era el único sitio donde la gente común y corriente podía estar. Allí lo confronta con su pecado (no sabemos cuál, pues no se menciona) y le deja claro que no debe seguir errando para que no le ocurra algo peor. Jesús básicamente le llama al arrepentimiento.

El hombre se fue e informó (anunció) a los judíos que Jesús era quien lo había sanado.

Precisamente por esto los judíos perseguían a Jesús, pues hacía tales cosas (por aquellas cosas que) en sábado.  Pero Jesús les respondía:

—Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo.

Este hombre realmente no sabía mucho de Jesús, por lo cual no vio problema en ir a dónde los religiosos que le habían interrogado a decirles quién le había sanado. Vemos que esto solo aumenta el odio de los religiosos ante Jesús, pues él sencillamente hacía cosas que en su legalismo estaban prohibidas, sin tener en cuenta ni la misericordia, ni el amor de Dios. Una de ellas era sanar en el día de descanso. Jesús después explica que el día de descanso es necesario, pero que no significa que por ello no podemos hacer el bien. Los religiosos solamente ven las reglas, pero no las necesidades de los demás.

Hoy en día es similar, cuando a alguien se le juzga por no asistir a la iglesia todos los domingos, sino tomar tiempo para el descanso y para su familia, o para visitar a alguien que está en necesidad. Si entendemos que la iglesia no es un lugar, sino que somos nosotros, y que la iglesia está en donde dos o tres están reunidos en el nombre de Cristo, entonces sabemos que no importa tanto la actividad que hagamos en el día de descanso, sino el enfoque que tengamos. Recordemos sin embargo, que Dios instituyo el descanso regular semanal como parte importante de nuestras vidas, y dio ejemplo el mismo al descansar. Tanto la Biblia como los médicos concuerdan que es importante para nuestro cuerpo el descanso, pero el descanso no es excusa para dejar de hacer la obra del Padre: sanar y salvar a quienes lo requieran.

sábado, 21 de junio de 2014

Juan 4:43-54 – Jesús sana, con el objetivo que hogares sean transformados

Con el pasaje siguiente comienzan una serie de historias de diversos milagros hechos por Jesús y de los cuales podemos no solo aprender más sobre la naturaleza y el carácter de Dios, sino también mucho sobre la forma en que Jesús obró al servir a los demás.

Después de esos dos días Jesús salió de allí rumbo a Galilea (pues, como él mismo había dicho [testificado], a ningún profeta se le honra [se valora] en su propia tierra [nativa]).

Después de haber permanecido dos días con los samaritanos y haber traído la salvación a todo un pueblo, Jesús continua su camino para Galilea, después de haber sido rechazado en su propia tierra (Judea). Juan menciona un dicho que Jesús mismo dijo y que encontraremos después en otros evangelios, que un profeta no es valorado en su propia tierra. Con ello se refiere a que es más difícil compartirle el mensaje de salvación a las personas que crecieron con uno y que lo conocen, que con quienes no saben nada de uno. Este puede deberse a que quienes nos conocen, también conocen nuestras debilidades y nuestra forma de ser, y al haber crecido tan cerca de uno, pueden no tomarnos en serio por ello, así lo que digamos sea la verdad. Un ejemplo es el de José y sus hermanos. A pesar de que José no les hizo ningún mal a sus hermanos o padres, estos no aceptaban los sueños que tenía. Muchas veces nuestro mensaje no es aceptado entre los más cercanos, sencillamente por celos o incomprensión de lo que estamos tratando de decir. Tendemos a ser más renuentes a ver algo obvio frente a nosotros, que aceptar lo que digan los de afuera, aunque sea el mismo mensaje.

Cuando llegó a Galilea, fue (bien) recibido por (todos) los galileos, pues éstos habían visto personalmente (discernido) todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta (de la Pascua), ya que ellos habían estado también allí (ido a la fiesta).

Vemos acá la diferencia: los galileos, que no eran el pueblo de Jesús, si le aceptan bien, pues habían visto y entendido lo que Jesús había hecho durante la fiesta de Pascua. Ellos no tenían recelos ni razones para envidiar o desconfiar de Jesús, por lo cual sus corazones estaban más abiertos a recibir el mensaje.

Y volvió otra vez (Jesús) a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. (y) Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. Cuando este (hombre) se enteró de (escuchó) que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicó que bajara a sanar (curar) a su hijo, pues estaba a punto de morir.

Jesús vuelve al lugar de su primer milagro y allí las personas comienzan a buscarlo. La fama de Jesús ya le precede. Es interesante, que en esta ocasión se trata de un funcionario de alto nivel, quien viene a suplicar por la vida de su hijo. Por la respuesta que Jesús le da…

(Le dijo Jesús a él. A menos que vean marcas/indicaciones y prodigios no van a tener fe) —Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios —le dijo Jesús.

… podemos deducir que el funcionario acude a Jesús sin creer realmente en él, tal vez en un acto de desespero para salvar a su hijo. Otro ejemplo más de que las sanidades o los milagros no requieren que la persona que necesita el milagro tenga fe, sino de Jesús únicamente.

—Señor —rogó (dijo) el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo (niño).

—Vuelve a casa (sigue tu camino), que tu hijo vive —le dijo Jesús—.

El funcionario le pide a Jesús que vaya con él, pero Jesús se niega y sencillamente le dice que vaya, que su hijo está bien.

El hombre creyó lo que Jesús le dijo (tuvo fe en la palabra que Jesús le dijo), y se fue (siguió su camino). Cuando (Mientras) se dirigía a su casa, sus siervos (esclavos) salieron a su encuentro (se encontraron con él) y le dieron la noticia de que su hijo estaba vivo (diciéndole: tu niño vive). (Cuando) les preguntó (entonces) a qué hora había comenzado (su hijo) a sentirse mejor, (y) le contestaron:

Vemos acá que la respuesta de Jesús genera en el hombre un primer paso de fe: el cree en lo que Jesús le ha dicho, aunque no ha visto el resultado. Jesús da una palabra primero, y él hombre tiene la opción de creerla o no, pero como veremos ahora, la sanidad había ocurrido antes de que el hombre creyera la palabra de Jesús. Al encontrarse con sus esclavos, estos le comentan que su hijo ya estaba bien. Esto debió haber alegrado y sorprendido al hombre, por lo cual indaga por la hora en que todo ocurrió…

—Ayer a la una de la tarde (Lit. a la séptima hora) se le quitó (le dejo) la fiebre (la inflamación).

Entonces el padre se dio cuenta de (supo) que precisamente a esa hora Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Así que (y) creyó (tuvo fe) él con (y) toda su familia (gr. oikos: hogar, todos los que viven bajo el mismo techo: familia + trabajadores).

… todo sucedió en el momento en que Jesús pronunció la palabra, antes de que el hombre incluso hubiera creído en lo que Jesús dijo. Esto hace que al final todas las personas que vivían bajo el mismo techo del funcionario, familia, esclavos y empleados, tengan fe en Jesús. Es aquí donde se menciona que realmente tuvo fe; antes solo había creído en la palabra dicha por Jesús, ahora creía completamente en él.

Ésta fue la segunda señal (indicación) que hizo Jesús después de que volvió de Judea a Galilea.

Según esto, este fue el segundo milagro de Jesús, después de regresar de Judea a Galilea, lo que nos muestra que Jesús no usaba mucho las señales todavía, sino que estaba más enfocado en el mensaje mismo durante este momento de su ministerio.

sábado, 14 de junio de 2014

Juan 4:1-42 – Jesús y la mujer Samaritana: el agua de vida

(Cuando…) Jesús se enteró de (supo) que los fariseos sabían (habían escuchado) que él (Jesús) estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan (aunque en realidad no era Jesús quien bautizaba sino sus discípulos).
(…entonces) Por eso se fue de Judea y volvió otra vez a Galilea. Como tenía que pasar (su travesía era) por Samaria, llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob.

La herencia que Jacob le dio a su hijo José.

(Y estando) Jesús, fatigado del camino (del viaje), se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía (de la hora sexta).

Jesús fue completamente Dios y completamente humano. Sentía las mismas necesidades que nosotros: cansancio, sed, hambre, etc. El mediodía era la hora más caliente del día y en ese entonces no se viajaba sino caminando, recorriendo grandes distancias a pie.

En eso llegó a sacar agua una mujer (se refiere también a esposa) de Samaria, y Jesús le dijo:

—Dame un poco de agua (Dame de tomar).

(Pues sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida (a hacer mercado)).

Posiblemente a buscar algo para almorzar.

Le respondió entonces la mujer samaritana:

—¿Cómo tú siendo judío me pides agua (de tomar), siendo yo una mujer samaritana?

(Pues los judíos no tienen asuntos en común con los samaritanos.)

Desde los tiempos de Rehabeam, el hijo de David que había causado la división entre Judá e Israel, existía cierto rechazo entre los dos pueblos. Más aun después de que los Israelitas habían sido llevados en cautiverio por los asirios, quienes repoblaron Samaria con su propia gente, la cual adoraba diversos dioses. Cuando algunos israelitas regresaron del destierro después de que Asiria fuera vencida por los babilonios, las dos culturas se mezclaron causando el rechazo de los judíos que regresaron a Judea. Sin embargo, ambos pueblos esperaban al mismo Mesías.

Le respondió Jesús y le dijo a ella: —Si supieras lo que Dios puede dar (Si vieras/conocieras el regalo gratuito de Dios), y conocieras al (y quien es el) que te está pidiendo agua (ha dicho: dame de tomar) —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida (agua viva; agua de vida).

Es interesante que Jesús no se deja llevar a un debate regional con la mujer, sino que inmediatamente la introduce en un tema relacionado con la pregunta que él mismo había hecho sobre el agua. Jesús le habla de un agua que da vida.

(Le dijo entonces la mujer:) —Señor, ni siquiera tienes (una vasija) con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo (profundo); ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida (agua viva)? ¿Acaso eres tú (A menos que seas) superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó (dio) este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?

La mujer no entiende inicialmente la respuesta de Jesús, y al no ver que él tenga un cántaro para sacar el agua, queda confundida. Pero hace una pregunta clave: ‘¿Eres mayor a quien nos dejó este pozo? ¿Puedes sacar agua de una manera diferente? Jesús logro con ello captar la atención de ella.

(Respondió Jesús y le dijo a ella) —Todo el (Cualquiera) que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el (quienquiera) que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que (el agua que yo le daré, generará/causará) dentro de él esa agua se convertirá (generará/causará) en un manantial del que brotará vida eterna.

Le dijo entonces la mujer: —Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

(Le dijo) —Ve a llamar a tu esposo (hombre), y vuelve acá —le dijo Jesús.

(Respondió la mujer y dijo) —No tengo (poseo) esposo (hombre) —respondió la mujer.

—Bien has dicho que no tienes (posees) esposo (hombre). Es cierto que has tenido cinco (Porque has tenido cinco hombres), y el que ahora tienes no es tu esposo (hombre). En esto has dicho la verdad.

La mujer nota que lo que Jesús le ofrece es completamente diferente a lo que ha conocido: un agua que no solo quita la sed, sino que hace que dentro de uno genere un manantial de agua del que brota vida eterna. Lo que Jesús le ofrece trae una transformación en nosotros, de manera que de nuestro interior sale vida eterna para dar a los demás. La mujer sigue pensando en sí misma y en cómo evitar la ardua labor de tener que venir al pozo a recoger agua. Cuando le pide entonces a Jesús de esa agua, la respuesta de él parece no tener sentido. Jesús le pide que traiga a su esposo. Esto tenía varias razones:

1.      Jesús conocía claramente la situación de infidelidad de la mujer.

2.      Jesús quería que ella entendiera que esto era para beneficiar a toda su familia y no solo a ella.

3.      Jesús estaba introduciendo la conversación en la verdadera necesidad de la mujer: su vacío de afecto y de salvación.

Le dijo la mujer: —Señor, me doy cuenta (percibo) de que tú eres profeta. Nuestros antepasados (padres) adoraron (Gr. proskuneo: lamer la mano de su dueño, un perro; postrarse) en este monte, pero ustedes dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.

Le dijo Jesús a ella: —Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. (Ahora) ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene (es) de los judíos. Pero se acerca la hora, y ha llegado ya (y es ahora), en que los verdaderos adoradores (los adoradores veraces) rendirán culto (adoraran: proskuneo) al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere (a este tipo de adoradores busca) el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

La mujer trata de cambiar el tema y vuelve otra vez al tema de las diferencias regionales, pero Jesús vuelve y encarrila el tema al retomar la palabra adoración. La adoración según este significado es un acto de humillación de adorador ante Dios, tal como cuando un perro lame la mano de su dueño. Pero Jesús va más allá: el habla de adoradores verdaderos, y de que Dios busca este tipo de adoradores, adoradores que lo hacen en espíritu y veracidad. Esto significa que existen adoradores no veraces. En el Antiguo Testamento se menciona, que hay quienes de labios adoran a Dios, pero que su corazón está lejos de él. Dios aborrece a este tipo de adorador. O estamos completamente con él, o no estamos. Dios no se agrada de adoradores tibios y a medias. Él va por el ‘todo o nada’.

—Sé que viene el Mesías (ungido), al que llaman el Cristo (ungido) —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará (anunciará) todas las cosas (absolutamente todo).

—Ése soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús. (Le dijo Jesús: Yo soy, el que habla contigo).

La mujer entonces pasa al tema del Mesías, a quién ella también espera, y declara que él será quien les explique todo, ya que todo este tema es muy complejo para ella. Jesús le deja claro que él es ese Mesías al usar una formula muy conocida por ellos en relación a Dios y su nombre: ‘Yo soy’. Este fue el nombre que Dios le dijo a Moisés que usara cuando preguntaran quién le enviaba: ‘Yo soy, el que soy’. Cuando por ende alguien en esa época usaba esta expresión, los demás sabían muy bien que se refería a Dios.

En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de verlo hablando con una mujer, aunque ninguno le preguntó: «¿Qué pretendes (buscas/planeas)?» o «¿De qué hablas con ella?»

Como los discípulos llegan en ese momento de hacer las compras, la conversación se ve interrumpida. Los discípulos, conociendo ya a Jesús y como actuaba diferente al resto de la gente, no le preguntan ni le recriminan que hable con una mujer, ni le preguntan sobre el tema, aunque podemos deducir del comentario que hace Juan, que de seguro se preguntaban sobre porqué estaría hablando con una Samaritana.

La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:

—Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que (alguna vez) he hecho. ¿No será éste el Cristo (ungido)?

Salieron del pueblo y fueron a ver a (donde) Jesús.

El impacto que la conversación con Jesús causa en la mujer es evidente. Aprovechando la llegada de los discípulos ella corre al pueblo a comentarle a todos lo que ha pasado y a expresar sus sospechas: ¿será este el Mesías que tanto esperamos? Los del pueblo quedan intrigados y salen también a ver a Jesús.

Mientras tanto, sus (los) discípulos le insistían:

—Rabí, come (algo).

—Yo tengo un alimento (para comer) que ustedes no conocen —replicó él.

«¿Le habrán traído (algo) de comer?», comentaban entre sí los discípulos.

—Mi alimento es hacer la voluntad (es cumplir con la determinación/el propósito) del que me envió y terminar (consumar/completar) su obra —les dijo Jesús—. ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para la (y entonces viene la) cosecha”? (He aquí,) Yo les digo: ¡Abran los ojos (Levanten su mirada) y miren (observen bien, perciban) los campos (sembrados)! Ya la cosecha está madura (Porque blancos están para ser cosechados ya); ya el segador recibe su salario (pago) y recoge el fruto para vida eterna. Ahora (Para que) tanto el sembrador como el segador se alegran (alegren) juntos. Porque como dice (Y en esto) el refrán (es veraz): “Uno es el que siembra y otro (diferente) el que cosecha.” Yo los he enviado (envío) a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo (fatiga). Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de (entrado a ser parte de) ese trabajo.

Los discípulos, que no conocían la conversación, no comprendían lo que pasaba y estaban sorprendidos cuando Jesús les rechaza su oferta de comida. Jesús sabía que la prioridad en este momento era la vida de esta samaritana y con ello la salvación de todo un pueblo. Jesús trata de hacerles entender que deben estar atentos a las señales y no asumir que todo hay que prepararlo primero. Hay cosas que ya están listas para cosechar. En este caso, Jesús notó que esta mujer y su pueblo estaban listos para recibir el mensaje de salvación y a eso le dio su prioridad.

Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho.» Así que cuando los samaritanos fueron a su encuentro le insistieron en (interrogaron y le pidieron) que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días, y muchos más llegaron a creer (tener fe) por lo que él mismo decía.

—Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo (gr. kosmou).

Gracias a que Jesús supo aprovechar la situación, muchos de los samaritanos creyeron en él como Mesías, y le insistieron en permanecer con ellos un tiempo más, para que les enseñara mas sobre la salvación.