En este pasaje Jesús
continúa explicando como él no actúa por su propia cuenta, sino que hace lo que
le ha sido encomendado y lo que el Padre ya hizo con antelación.
Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para (buscaban) matarlo, pues no sólo quebrantaba (‘soltaba, desataba’) el sábado (día de descanso) sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.
Los religiosos
judíos, en su esfuerzo por mantener la tradición por encima de la gracia,
buscan matar a Jesús, no solo por el hecho de que no cumplía con las leyes de
ellos sobre el día de descanso, sino porque además declaraba que Dios era su
Padre. Los judíos tenían la creencia en ese entonces que fuera de Dios Padre no
existía nadie más, por lo cual el decir que uno era hijo de Dios, era lo mismo
que decir que uno mismo era Dios.
Entonces Jesús afirmó (respondió):
—Ciertamente les aseguro (De seguro, de seguro les digo) que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, (similarmente) la hace también el hijo.
Jesús declara que él
solo hace aquello que el Padre ya ha hecho antes, y que él solo le imita en lo
que ya hizo.
Pues el padre ama (gr. phileo) al hijo y le muestra todo lo que (el mismo) hace.
Precisamente por el
amor que el padre tiene hacia su hijo, le muestra lo que hace, para que el hijo
aprenda y sigua en los pasos del padre.
La referencia al
padre que usa Jesús también daba en el clavo de las creencias judías, quienes
declaraban constantemente ser hijos de Abraham, pero no hacían lo que Abraham
había enseñado.
Sí, y aun cosas más grandes (a un nivel más grande) que éstas le mostrará, (obras para que ustedes se maravillen) que los dejarán a ustedes asombrados.
Los judíos vivían
hablando de las grandes obras que Dios había hecho en el pasado y de los
milagros de Jesús, pero no entendían que el Padre tenía obras todavía más
grandes para mostrarles, a través del Hijo…
Porque así (exactamente igual) como el Padre resucita (levanta) a los muertos y les da vida (revitaliza), así también el Hijo da vida (revitaliza) a quienes a él le place.
…la resurrección de los muertos y el regalo de una vida nueva a quien Jesús quiera dársela.
Además (Ni), el Padre no juzga (hacer distinción, juzgar, condenar) a nadie, sino que (al contrario) todo juicio (toda decisión, tribunal, justicia) lo ha delegado en el (lo ha dado al) Hijo, para que todos honren (valoren, reverencien) al Hijo (así) como lo honran a él (valoran, reverencian al Padre). El que se niega a honrar (valorar, reverenciar) al Hijo no honra (valora, reverencia) al Padre que lo envió (despachó).
Incluso el juicio
final, que antes estaba en manos del Padre, ha sido delegado por él mismo al
Hijo, quien al haber sido 100% humano y 100% Dios, podía entender mejor la
naturaleza y las luchas humanas, de manera que podía juzgar con mayor equidad,
para que de esa manera todos le den la honra al Hijo, así como se la dan al
Padre.
»Ciertamente les aseguro (De seguro, de seguro les digo) que el que oye mi palabra (gr. logos – razonamiento; la expresión divina) y cree (tiene fe, confía) al que me envió, tiene vida eterna (perpetua) y no será juzgado (no entrará en tribunal, en juicio), sino que ha pasado (cambiado de lugar) de la muerte a la vida.
El que acepta los razonamientos de Jesús y además cree y confía en el Padre, tiene esa vida eterna y no estará en el tribunal para ser juzgado, sino que estará en un lugar diferente; de un lugar de muerte habrá pasado a un lugar de vida.
Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz (el tono) del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así (Exactamente) como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido (la ha dado vida) al Hijo el (para) tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad (gr. exousia – en el sentido de habilidad; privilegio, fuerza, capacidad, competencia, influencia delegada) para juzgar (hacer justicia), puesto que es el Hijo del hombre.
Jesús está aquí
prediciendo lo que pasaría al momento de su muerte: él mismo resucitaría a los
muertos que oigan su voz (lo que significa que él descendería a donde los
muertos (al Seol) y les hablaría, dándoles también la opción de escuchar de él
y tomar una decisión). Todo esto, porque Dios mismo le dio la vida al Hijo,
para que este tuviera la autoridad delegada para hacer lo mismo que el Padre
hace: dar vida.
»No se asombren (maravillen) de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros (gr. mnemeion: recuerdo) oirán su voz, y saldrán de allí (partirán). Los que han hecho el bien resucitarán (para pararse de nuevo, recobrarse, levantarse de los muertos) para tener vida, pero los que han practicado (hacer habitual o repetidas veces, ejecutado) el mal (podrido, maldad) resucitarán (a resurrección de tribunal, justicia) para ser juzgados.
Aquí Jesús está
hablando de los tiempos futuros, el final de los tiempos. En ese momento todos
resucitarán y serán separados en dos grupos: los que han hecho el bien para
recibir vida, y los que han practicado el mal para ser juzgados en el tribunal
de Dios. En algunas traducciones figura la palabra Hades para describir los
sepulcros. En el original griego no se usa Hades sino Mnemenion, que
sencillamente significa recordatorio y se usaba sencillamente para describir
los sepulcros. En la creencia judía las
personas una vez muertas iban a un lugar llamado Seol. El cuerpo físico quedaba
en el sepulcro y se convertía en polvo, mientras que el alma y el espíritu iban
al Seol. El Seol, traducido después erradamente como Hades es un lugar al cual
iban tanto justos como impíos. Era un lugar transitorio a la espera del juicio
divino. Job lo considero de manera positiva (Job 14:13). Se consideraba que
estaba ubicado debajo de la tierra y que Dios podía ir allá y sacar a los
muertos (Prov. 15:11; Sal. 139:7-8). La palabra Hades es introducida por los
griegos, quienes creían en un lugar parecido al purgatorio católico, en el cual
los muertos eran separados en dos grupos: los buenos, quienes iban directo al
paraíso, y los malos, quienes iban al lugar de sufrimiento y condena, pero no es
este el infierno. Tanto griegos como judíos diferenciaban entre Seol o Hades e
infierno. Cuando los griegos hablaban del infierno se referían a Gehema, el
lago de fuego – Mr. 9:43-44; Apoc. 20:10, 13-14.
Yo no puedo (no soy capaz) hacer nada por mi propia cuenta; juzgo (decido) sólo según lo que oigo, y mi juicio (decisión) es justo (equitativa), pues no busco (ando detrás de) hacer mi propia voluntad (determinación, escogencia, inclinación) sino la voluntad (determinación, escogencia, inclinación) del que me envió.
Jesús finaliza
redondeando el tema con el que empezó: que él no hace nada que su Padre no haya
hecho antes, y que juzga según lo que oye. ¿De quién? Seguramente del Padre.
Pero a diferencia del resto de seres humanos que juzgan según su propia
conveniencia o sus deseos personales, Jesús juzga de manera equitativa, porque
no busca hacer lo que le conviene o le parece, sino lo que ya el Padre ha
determinado hacer.